Es de gran elegancia y complejidad el conjunto configurado por el vestíbulo y la escalera, adquiriendo ésta y en general las comunicaciones verticales y horizontales, como en toda la obra de Villanueva, un papel preponderante.
Con acceso suficiente para el paso de carruajes, el zaguán se divide en un primer ámbito, más público, con puertas a los lados para portería y separado del siguiente por un triple hueco triunfal el central mayor y en arco y los laterales adintelados. Enlazan éstos con sendos corredores separados por arquerías sobre pilares cuadrados del paso central al patio, y elevados con respecto a él, de modo que se podía descender desde las caballerías o coches e ingresar en la residencia sin salir al exterior. Esta composición recuerda al vestíbulo del Palacio Farnese de Roma, obra de Antonio da Sangallo el Joven de 1517.
Al fondo queda el patio principal, pero antes y a la izquierda se encuentra la escalera, no exenta de cierta monumentalidad como corresponde a su propietario, la cual es de madera, excepto el peldaño de arranque de piedra, y con la barandilla de forja. Tiene dos tramos amplios y cómodos y su techo es plano, si bien los descansillos se cubren con bóvedas nervadas que descansan sobre pilastras o pilares cuadrados. El primer desembarco se integra en un corredor paralelo al eje central, desde el que arranca una segunda escalera en “L”, de tres zancas desiguales que rodean el patio, lo que explica su gran luminosidad. Por su trazado es, si cabe, más principal, toda de cantería y escasa huella, casi una rampa, configurando con el distribuidor, del que se separa por una balaustrada también de piedra, un espacio de doble altura al que abrirían las estancias privadas del Duque o la Duquesa.
Avalaría este conjunto de circulaciones, con corredores paralelos al eje central de simetría, enlazados por escalinatas que suscitan tensiones transversales y en el que se suceden los techos planos y abovedados, la atribución a Villanueva, por el juego compositivo, la severidad rigurosa, el equilibrio clasicista y, en suma, su riqueza especial.
La preocupación de Juan Villanueva por resolver la disposición de las partes, diferenciando entre usos servidos y sirvientes y al mismo tiempo sin quebrantar el todo, la unidad, es constante y patente en su producción arquitectónica. No hay obra del Maestro en la que no se cuide la comunicación vertical y horizontal y sus relaciones, a veces complejas, actitud que alcanza su culminación en el Museo del Prado.