“Don Ysidoro Denche, A.L.R.P. de V.M., no puede dexar de aprovechar la feliz ocasión que se le presenta, hallándose S.M. en él (en el Real Sitio) de jornada por primera vez, para suplicarle que proporcione a esta distinguida población un grande bien que le falta, y que sólo V.M. puede facilitarle, como propietario del suelo, edificios y demás del término, pues la falta de este bien reducido a un Campo-Santo, hace que los entierros de los que fallecen sean una función, campo (“Función de campo”. Funeral de campo, aunque quizá se pueda tomar aquí en sentido más amplio, gira campestre, con merienda incluida.), llena de alborotos y desórdenes, más bien que una Ceremonia lúgubre eclesiástica, que mueva a respetar con lágrimas la memoria y méritos del que se conduce al cementerio de Ontígola, pues por su mucha distancia de una hora de camino, la conducción de los cadáveres y el acompañamiento exige que estos se hagan en carruajes, caballerías de montar y aparato, que sobre ser ruidoso, es sumamente costoso en sí, y por el abuso que se hace de comer y bever en aquel melancólico lugar, como se haría en cualquier otra función de camp, habiendo llegado a tanto el escandaloso exceso en todos los entierros, que en muchos de ellos, y todos los que son de familias pobres, que ni en el derecho de sepultura ni el más mínimo Parroquial pueden pagar, no falta jamás los medios de una borrachera (muy común en estos casos), contrayendo por ello deudas ominosas..”.
Después, Denche aduce razones sobre la salud pública, contra los entierros en Ontígola:
“… La observación más interesante en este asunto, y es que si los Campos Santos se hacen fuera y a alguna distancia de las Poblaciones es por preservarlas de los wefectos de la corrupción animal que hay siempre en los sepulcros, no puede menos de ser muy fácil que esta produzca sus estragos en un Pueblo tan inmediato como lo está Ontígola del actual Cementerio, mayormente si hubiera desgracia de una epidemia pestilencial, en que fuera excesivo el número de cadáveres, y en este caso, que fácilmente puede suceder, ¿Cómo podría evitarse en Aranjuez el que no se comunicara y propagara la enfermedad a este nuestro Real Sitio y su términos?”.