conservado en el Archivo de Palacio –pues según Andrés Mateu no se pudieron aprovechar los existentes a pesar de que se intentó-, aunque Virginia Tovar atribuye su traza a Jaime Marquet, relegando a Serrano al papel de aparejador; pudiendo citarse a modo de anécdota que para incluir esta obra imprevista en el plano de Domingo de Aguirre –cuyos levantamientos se habían efectuado entre 1772 y 1775-, Juan Antonio Carmona tuvo que corregir las planchas de impresión, cobrando 3.000 reales “por las enmiendas” en julio de 1776. Ese mismo año Ponz menciona que “se está construyendo un magnifico puente de piedra sobre el Tajo en la calle de la Reyna”; sin embargo y de manera sorprendente, según informa Quindós una vez terminados los estribos “que buscan las líneas de las dos calles de árboles de los extremos”, y los machones intermedios hasta la “altura del arranque de los arcos” (…), se suspendió la fabrica, y se formó un piso provisional con vigas y tablones”, que requirió que se efectuasen nuevos arreglos valorados en 2.204 reales ya en 1807. Simultáneamente debió construirse la casa del portazgo que todavía se conserva –aunque no figura en el detalladísimo plano de Aguirre-, pues gracias a Ortiz Córdoba sabemos que en el último año citado fue escenario de un dramático crimen cuando Saturnina Díaz –la hija de solo ocho años de edad de Josef el cobrador- sufrió un intento de violación por el encargado de la cobranza, que fue condenado a presidio perpetuo en las Islas Filipinas, destinándose sus “cortos bienes” a la curación de la victima, a la que había trasmitido una enfermedad venérea y que quedo internada en el hospicio junto a las prostitutas profesionales que se burlaban de ella, por lo que sus padres, que estaban ausentes durante el asalto, protestaron que moriría “de tristeza”, siendo trasladada durante su enfermedad con su tía a la Casa de la Costurera.
Poco después, durante la ocupación francesa de 1808-1812, el puente fue incendiado, aunque fue rápidamente reconstruido con una pasarela provisional, y en 1820 pasó a depender del ramo de Caminos, que se encargaba de cobrar el portazgo así como de su “arreglo y compostura”; siendo nuevamente reparado en 1837, cuando –según López y Malta- se rehizo el piso por última vez, pues en 1847 se completaron “los arcos, antepechos y estribos con ladrillo y remates de cantería” en lugar de la fábrica de piedra originalmente prevista; aunque Madoz en su célebre Diccionario de ese mismo año todavía lo presenta como “un puente de madera sobre el Tajo”, que describe erróneamente con solo “5 ojos de bastante extensión formados por 4 machones, y 2 bien construidos arranques de ladrillo con fajas de piedra de Colmenar que sostienen el pavimento”; aunque según el plano del proyecto de terminación conservado en el Archivo de Palacio –que José Luis Sancho fecha hacia 1830, atribuyéndolo con algunos reparos a Isidro González Velázquez, Francisco Javier de Mariategui o Juan Pedro Ayegui- se contaba con