“el provecho de los cinco pilares de piedra que están hechos hasta el punto de los arranques de los arcos”. Por este mismo plano sabemos que entre los mismos se pretendía voltear arcos rebajados o escarzados –semejantes a los del madrileño Puente del Rey, proyectado por González Velázquez en 1815- con esbeltas claves de piedra coronadas por sendas gárgolas voladas, aunque al ser ejecutado el proyecto definitivo –realizado casi con toda probabilidad por Narciso Pascual y Colomer, a juzgar por la fecha- se sustituyeron por los carpaneles de tres centros que hoy conocemos, que reducían el volumen de obra a ejecutar y ampliaban la capacidad de desagüe durante las riadas. También para reducir costes se eliminaron las partes pétreas y muchos de los elementos decorativos previstos –como bolas y obeliscos de remate- del utópico proyecto anterior, que idealizaba el conjunto hasta obviar el esviaje de los machones existentes, impuesto por la dirección de la corriente. Sorprendentemente, el levantamiento de este puente comprendido en el Plano Catastral de 1865, que reproduce con toda exactitud la traza general realizada –con la irregular glorieta occidental, cuya geometría se forzó para adaptarla al desvío que había sufrido el cauce desde que se iniciara la obra setenta años antes-, tanbien equivoca el diseño de los machones de soporte, que regulariza como triángulos equiláteros aguas arriba, y redondea aguas abajo. Por el mismo Plano sabemos que el estribo oriental –que sigue en línea resta la ribera en lugar de repetir simétricamente el anterior, como figura en el plano citado- llegó a completarse en ambos lados, siendo su estado actual consecuencia de derrumbes posteriores; en cambio, no aparece la casilla anexa al potril septentrional, a pesar de que la “casa titulada del Pontazgo” se cita expresamente como exenta de tasación en las listas de bienes a subastar durante la Desamortización del Patrimonio de 1871, cuya preparación impulsó la realización del plano antedicho. Lógicamente, junto a la casilla quedaron también exentos el propio puente de la Reina así como la calle homónima, como “la magnifica posesión que pertenecía antes al patrimonio, y hoy a la señora viuda del malogrado y valiente general Prim, y que se conoce con el nombre del El Cortijo”, que según la Guía de Portillo de 1874, tenia acceso por esta calle formada por “dos hileras de magníficos y soberbios álamos negros, por ambos lados”.
Aunque durante la Guerra Civil de 1936-1939 se efectuaron diversos boquetes en los tímpanos y pilas para minar el puente y facilitar su voladura si fuese necesaria, ésta no llego a efectuarse. Sin embargo, el abandono de su mantenimiento en las décadas posteriores –exceptuada la corrección del cauce del río, que estaba socavando el estribo occidental aguas arriba-, unido al aumento del tráfico rodado han provocado una degradación de la fábrica tan evidente que exigió la redacción de un completísimo proyecto de restauración a cargo de los arquitectos Juan José Echeverría Jiménez y Enrique de Teresa Trilla ya en 1989, que preveía incluso completar los estribos, corregir el curso del río y construir una pasarela peatonal