También es evidente que se proyectó una vasta casa muy capaz para los cortesanos, buscando rentabilidad a medio plazo, al suprimir los gastos fijos y periódicos que suponían la instalación de la Corte en Aranjuez.
El lugar elegido para ubicar la edificación fue una de las manzanas resultantes de la ocupación de la Plaza o Boulevard de Abastos, posiblemente hasta entonces no bien aprovechada desde el punto de vista comercial, dada su magnitud, y en cambio siendo su suelo, tan céntrico, susceptible de rápida demanda para la edificación, como de hecho así fue.
En realidad, la anchura excesiva de este espacio público, similar a la del tridente, había tenido sentido como límite meridional inicialmente previsto por Bonavía para la ciudad en su plan urbano de 1750, pero superando este carácter resultaba absurdo su mantenimiento. Sólo se salvó temporalmente, como espacio de reunión cívica y con la misma amplitud, la que delimitaron las calles de Stuart y la Carrera de Andalucía, precisamente al que serviría de telón de fondo, hacia el Este, la Casa de Dependientes.
Se trata, por tanto, de una manzana cuadrangular, de dimensiones (54 X 49) m, cuyos lindes son la referida Plaza, hoy Mayor o de la Constitución al Oeste, la calle del Gobernador al Norte, la del Almíbar a levante y la de Abastos al Sur.
Primitivamente se concibió como otras grandes edificaciones reales de Aranjuez, generalmente cuartelarias, con un vasto patio o jardín central de casi 900 m2 de superficie y un volumen perimetral, estructurado con doble crujía de análoga luz, unos 4m aproximadamente. Contaba desde el principio, como indicaba Quindós, con piso bajo, principal y segundo más buhardillas hacia la Plaza Mayor, pero, por la pendiente de las calles laterales y por conservar la altura de cornisa, quedaba reducido a los dos primeros niveles en las demás orientaciones.
No obstante, no era un conjunto unitario más que exteriormente, con una misma envolvente que engloba diversas células residenciales, hoy con nueve divisiones, con autonomía en los accesos y en las comunicaciones verticales. Y es que a través de una sencilla puerta se entraba en un pequeño zaguán, del que arrancaba la escalera de madera de dos tramos, con pies derechos y barandillas de lo mismo. No existían corredores, quedando las estancias concatenadas y estableciéndose las circulaciones en el perímetro del patio, al que se tenía acceso desde una de ellas. Todas las habitaciones tenían luz y ventilación natural, ubicándose en la baja y al exterior las de mayor importancia.
El frente hacia la Plaza Mayor se entendía como el principal, tanto por la significación de este espacio público como por su mayor altura, al permitir la diferencia de cota del terreno la creación de un nivel más. Hoy, al exterior, mantiene mucho de estos rasgos originales que permiten aproximarse a su imagen proyectada, fachadas sobrias, construidas con muros de fábrica mixta de ladrillo y cajones de mampostería, seguramente revocadas, reservándose la cantería de piedra para los zócalos y arranques de esquinas. La división de los pisos se manifiesta resaltando la línea de imposta, siendo el alero de canecillos de madera labrada, adecuado a las posteriores Ordenanzas de Villanueva, y la cubierta de teja árabe.