La mayoría de los huecos del piso principal, y segundo cuando existe, presentan arcos escarzanos de suave curvatura, construidos con ladrillo a sardinel, y balcones de forja en voladizo, así como marcos sencillos, lo que hace suponer que éste fuera el tipo original. La composición se basaba en el mantenimiento de alturas, como se ha dicho, lo que le otorgaba gran horizontalidad, y en la alternancia de vanos, en correspondencia vertical, con los cajones de piedra o paños ciegos, en el supuesto de que aquellos no fueran visibles.
Lo que parece claro del análisis del edificio y la documentación es que no fue Juan de Villanueva el autor de esta obra que aún se prolongaba en julio de 1794 y en la que entonces se habían invertido 626.216 reales de vellón. Aunque el Maestro tenía cierta autoridad desde 1789 en los Sitios Reales, no se ratificó ésta en Aranjuez hasta 1793, gracias a la cual acabaría por gozar de las mismas facultades que sus antecesores en el cargo, es decir, Bonavía, Marquet o Serrano.
Entre el fallecimiento del último y el nombramiento de Villanueva sería el aparejador Manuel Oliva el encargado de las construcciones reales de Aranjuez, muchas de las cuales serían proyectadas por Sabatini o sus discípulos, ya que él se ocupaba del palacio y su ámbito desde alrededor de 1770.
Sin embargo, atribuir este edificio al todavía entonces Primer Arquitecto del Rey es un tanto aventurado, pues no hay documentos que lo relacionen con él, ni tampoco con claridad con el carácter de sus edificios, sino es su austera, monótona y funcional arquitectura. En cualquier caso, estas cualidades no serían suficientes por generales y sólo la organización constructiva de la fachada, con muros de ladrillo y mampostería y los marcos de los huecos simplificados a la mínima expresión, podría emparentarla con una obra cierta suya en el Real Sitio, la Casa de Fogones de S.M., realizada por entonces, en 1794.
El tipo hueco podría haber dado alguna pista sobre el autor, pero este más parece acercarlo a la tradicional construcción de la ciudad y a los remedos barroquizantes, así como a las obras contemporáneas en otros Reales Sitios, como San Ildefonso, de desconocido autor, que al nuevo clima artístico que se imponía en la corte madrileña. También es cierto que de este cada vez se sentía más alejado Sabatini, relegado frente al neoclasicismo vilanovino. Que así para estudios posteriores la resolución de esta cuestión.
Un momento fundamental en esta Casa de Empleados de S.M. se produjo al nombrarse el primer ayuntamiento constitucional de Aranjuez el 9 de septiembre de 1836 y al tomar éste por unanimidad la decisión de solicitar a l real Heredamiento la concesión de locales para ejercer sus funciones municipales y el traspaso de las rentas. Se pidieron así las casas propiedad de S.M. que hacían frente a la Plaza de la Constitución o Mayor dentro de la manzana de Empleados, las cuales hasta entonces tenían arrendadas y ocupaban D. José Solá, D. Antonio Cominges, y D. José Arenas Montealegre, “alto con bajo”, incluso las que habitaban D. Manuel Suárez y D. José Antonio Mejía. Se trataba de reformarlas para obtener las dependencias y salas consistoriales.