Quince años contaba de existencia, dando muy pingües productos, hasta que el conde de Vegamar, poseedor de algunas acciones, dispuso hacer la adquisición de todas, aun a costa de pagare con usura algunas de ellas, llegando á ser dueño único de la finca en 1851. En el mismo año adquirió por compra el terreno que mediaba entre esta fábrica, el rio y la Carretera, el que había pertenecido por Real concesión de 1832 á D. Agustín Alinari, quien lo solicitó con el propósito de plantar la huerta que hoy vemos, y fundar la sierra de agua, que infructuosamente trataron de establecer tres años antes en la fábrica de harinas, de la que en aquel año era el señor Alinari arrendatario. Aunque este vio coronado su plan, meced á un canal de madera al descubierto que mandó construir para abastecerla de aguas, con lo que dio excelentes resultados, fue abandonándose al poco tiempo, al parecer por el mal estado de los negocios financieros de su dueño; quedando solo al adquirir el Conde este terreno el casi intacto edificio, pues la inglesa maquinaria fue vendida algunos años antes. Tenemos entendido se pagaba un cánon anual, circunstancia indispensable en estas cesiones, pero ha debido redimirse por cuanto esta venta se ha realizado sin que aparezca gravamen de ninguna clase.
Este último acaudalado propietario quiso elevar su fábrica a la altura de las primeras de su clase, ya que la abundancia de aguas le brindaba para poder cumplir su propósito. El año de 1853 empezó a construir dos martillos enlazados con la antigua fábrica, concluyendo las obras exteriores en 1856, en cuyo año quedaron colocadas ocho piedras en uno de ellos, poniéndose igual número en el otro año de 1860.
Por un descuido según hemos sabido, no se pidió la vénia al Real patrimonio al abrir la muralla para introducir el aumento de aguas que necesitaba el nuevo canal. Siendo causa de un pleito entre la Corona y el propietario, sentenciado á favor de este en el Juzgado de Chinchón y que perdió sucesivamente en la Audiencia y en el Tribunal Supremo, donde apeló la parte contraria.
Los tres años que duró el pleito estuvieron paralizadas las obras interiores, y habiendo solicitado las aguas en la forma que marcan las ordenanzas de las concesiones, terminado el litigio, se le otorgaron por un corto tiempo, pasado el cual se amplió por un periodo más largo, teniendo necesidad de renovar este permiso de cierto en cierto número de años.
Son incalculables los rendimientos que puede dar esta fábrica funcionando sus veintidós piedras; épocas hemos conocido en que se embarcaban en el muelle de la estación diariamente considerables cargamento de harinas; hoy parece ha descendido algún tanto en lo que muy bien puede influir el alto ó bajo precio de los granos.