TEXTO tomado del libro:
Arquitectura recreativa y cultural.-Plaza de Toros
Pgs. 510-517
La plaza de toros de Aranjuez suscita una primera cuestión, derivada de lo peculiar de su situación en el borde meridional de la ciudad, en la prolongación de las avenidas paralelas centrales de dirección norte-sur dentro de la trama cartesiana de la prolongación del siglo XVIII, afianzada tal singularidad por la ruptura que supone de la racionalidad del trazado al irrumpir en el mismo con su rotundo volumen circular, reiterando el giro sorprendente de un arquetipo tipológico histórico basado en la confrontación entre el circulo y el cuadrado. Co su definitiva ubicación dando frente a la calle del Almíbar por su parte más representativa, su gran y medida escala, la pendiente ascendente del tejido urbano hacia el mediodía en los límites de la ciudad (si prescindimos del aparatoso crecimiento de la zona en la segunda mitad del siglo XX) y su situación fronteriza en una difusa tierra de nadie entre el medio urbano y el medio natural, tal como nos muestra la contemplación de los planos sucesivos que van reflejando Aranjuez a lo largo del tiempo, con reconocibles y perdurables señas de identidad, se conseguía un sentido perspectivo efectista, muy propio del final del XVIII, pero perfectamente integrado en la villa. Lo urbano y lo rural se mezclaban así en el austero ejemplo de una tipología tan específica como el de las plazas de toro en el contexto de las arquitecturas del espectáculo.