cuyo emplazamiento viene dado no por el centro del espacio, sino por la puerta del patio de oficios, sirviendo, como señala Atienza, de “cuarta pared”, punto donde se detiene la vista del espacio hacia el Norte. Por último los árboles que formaban originalmente una segunda envoltura a lo largo de los laterales de la plaza, repitiendo en vegetal el elemento básico que es el arco de piedra, sirven para proporcionar la considerable anchura del área con la relativamente escasa elevación de las edificaciones en torno y para unir en un continuo los trazados de calles arboladas (dentro y fuera del pueblo) y los jardines. Otra masa arbórea, la del jardín de Isabel II, reemplaza una manzana nunca construida y que hubiera quizá restringido esta sensación de unidad con el conjunto. De estos equilibrios entre ejes y los elementos nace la armonía de la plaza.
El espacio que había de ser la plaza estaba antes parcialmente ocupado por “oficinas de tabernas, lonjas, tiendas, bodegón tocinería y barracas de particulares”. El proyecto de la fuente fue ya presentado al Rey en enero de 1750, según Tárraga, pero hasta julio del mismo año no comenzaron las obras; en agosto se da la orden para que “se quiten de donde están las tabernas, tiendas y demás oficinas públicas, demoliéndose las barracas en que están y las casillas de particulares para que quede despejada y libre la plaza”. El coste total de esto, de los desmontes y excavaciones y cimientos de la fuente y de las cañerías había sido evaluado por Bonavía en 577.325 reales.
Un aspecto fundamental para la configuración de la plaza es el movimiento de tierras – o desmonte- que Bonavía se ve obligado a hacer para igualar el terreno y dar fácil curso a las aguas.
Según Bonavía, este trabajo debía ser ejecutado mediante contrata, y a tal fin realizo unos tientos o catas de trecho en trecho para poder dar una idea del volumen que había que mover. Sin embargo, las previsiones de Bonavía se vieron ampliamente superadas –casi dobladas- por la magnitud del desmonte de la plaza, que a principios de 1751 había consumido ya la totalidad del presupuesto sin llegar a verse terminado.
En septiembre de 1750 ya se habían derribado las casillas y se retiraban los escombros; “…manteniéndose sólo la pirámide que antes servía de respiradero a la cañería de plomo que surtía de agua de Ontígola las fuentes del jardín de la isla; pero que siendo ya inútil desde que se puso la cañería de hierro, le parece (a Bonavía) que se quite aquel embarazo, que ni por su hechura, ni por su fábrica ni por el sitio que ocupa merece que se conserve”. Para imaginar esta pirámide nos sirven su semejante conservada aún en el Jardín de la Isla, y el cuadro de Houasse que muestra el espacio de la futura plaza, donde aparece. En octubre se complicó el trabajo, pues al rebajar el terreno salieron a la luz las cañerías de hierro que conducían el agua desde Ontígola a las fuentes del jardín y una alcantarilla, siendo preciso ahondarlas para que los carruajes no las dañasen, pero se suspendió hacer esto hasta que estuviese terminando el desmonte; en el invierno las lluvias dificultaron la marcha del desmonte, convertido en un barrizal. Hasta mayo de 1751 no queda terminado el arreglo del suelo de la