El mismo día dicho asentista firmaba otra escritura por la que se comprometía a labrar las piezas para la Fuente del Rey, utilizando el mármol blanco extraído de las canteras “que se han descubierto y se descubrirán en el Castañar y sus contornos”, tomando como patrón la planta y alzado trazados por Bonavía. Su conclusión se fijaba para el principio de abril del año siguiente.
El 5 de diciembre se contrataban las obras de la Capilla, cuya fachada y pórtico exterior también debían quedar terminados en abril, para que los Reyes vieran cerrado el testero de la Plaza, y esa Navidad de 1750 se comenzaba la zanja para la Fuente, trabajo que finalizó el 30 de enero de 1751. De este modo, y previamente a la jornada de dicho año, Bonavía explicaba en un informe del 19 de marzo que estaban “sentadas todas las losas de elección y la primer ahilada del pilón, como también la pirámide de en medio”, añadiendo que, antes del traslado de la Familia Real, podrían estar sentados dicho pilón y algunos guardacantones que van alrededor, a fin de que no se aproximasen las caballerías.
También a comienzos de 1751 se había realizado la gran obra del Cuarto de Caballeros por la línea de levante, que debía cerrar y adornar la nueva Plaza, cuyo plan explicativo fue enviado por Bonavía al Marques de la Ensenada el 20 de junio siguiente. Aludía en su comunicación que para la construcción de la Galería circundante era necesario demoler las Panaderías, algunas edificaciones auxiliares y viviendas de dependientes, una obra de envergadura que precisaba, antes de su contratación, el aporte de las condiciones de ejecución por parte del Arquitecto, las cuales fueron redactadas el 27 de julio siguiente.
En ellas se estipulaba la realización, primero de los dos ramales de la Galería de los flancos de la nueva Capilla, compuesto cada uno por ocho arcos, pues su papel en la disposición del conjunto era decisivo, a juicio de Tovar “como cierre de un lienzo de la plaza y como naves abiertas de la propia iglesia”. Diseñadas estas alas, en una primera propuesta, con lados paralelos a dos de los ejes de la planta hexagonal de la Capilla y como prolongación de los mismos, su posición enfrentada a los altares laterales es sumamente interesante, pues pretendía multiplicar la capacidad del edificio, tan necesaria durante las Jornadas Reales, facilitando la asistencia a los oficios religiosos, aun cuando la unión geométrica con los corredores de las Casas de Caballeros y su opuesta fuera muy rígida y oblicua. Además, el atrio de la Capilla quedaba como un volumen adosado, desconectado de las galerías y, en definitiva, inconveniente para la perspectiva y visión global de la Plaza.
Sin duda, esa forzada composición le llevo a Bonavía a su replanteamiento y a la creación de un nuevo diseño de los corredores, planta e incluso alzado de la Capilla, remitido el 24 de octubre de 1751, en el que aquéllos se vuelven curvos para formar en los encuentros ángulos rectos y adaptarse mejor, como se ha referido, al volumen cilíndrico de ésta.
Para definir el carácter de los nuevos ramales Bonavía tomaría como patrón el pórtico herreriano existente, módulo de arco de medio punto sobre pilar rectangular y coronado por barandilla que se repite sistemáticamente y se ensambla con el atrio o nueva fachada principal de la iglesia, de planta en contracurva y resuelta como una entrada triunfal de cinco vanos entre órdenes gigantes de pilastras jónicas, estando coronado el central por un frontón triangular. Resulta, por tanto aquí, un frente ondulado de planos superpuestos, claramente barroco y emparentado con obras italianas anteriores, aunque de estilo más depurado y sencillo.
El 12 de noviembre de 1751 se formalizaba el contrato con el aparejador D. Juan Esteban y los maestros Manuel Pérez y Francisco López, por el cual se encargaban de ejecutar los dichos dos ramales porticados y del derribo de las edificaciones que ocupaban su lugar, en concreto, cuatro caballerizas, la de la Real Ballestería, la del carpintero de la Reina, incluso su casilla, la del jefe de Provisión de las Aves de las Reales Cocinas y la de los machos que conducen el agua de Madrid, con seis pesebres, así como tres cocheras, una barraquilla que a ellas linda, la casa tienda para el aceite, otra con corralillo y la cuadra para el ganado del capitán de Guardias de Corps. Todas ellas debían ser reconstruidas por los contratistas en otros parajes, como la nueva Plaza de Abastos, el matadero o el patio de la casa del Veedor, ajustándose a un coste global de 175.000 reales de vellón y comprometiéndose a concluir las obras en marzo de 1752. Los materiales a emplear debían ser piedra blanca de Colmenar de Oreja o de las canteras de Ontígola para los pilares, arcos, enlosado y pedestales, ladrillo fino para las bóvedas y hierro para los antepechos.
Por entonces se secaron varios de los tilos que, formando alineación, habían sido plantados en la Plaza durante el pasado mes de marzo, por lo que fue necesario reponerlos, trayéndolos desde Aragón, bajo la supervisión de Bonavía.
Al comenzar la primavera de 1752 las obras de la Capilla de San Antonio continuaban a buen ritmo, habiéndose cerrado las cinco bóvedas del atrio, principiado el antepecho que tenía que rematarlo y terminado la galería de poniente y tres arcos con su machones de la de levante.