El 23 de marzo, el escultor Olivieri se trasladaba a Aranjuez para acabar in situ las esculturas de Fernando VI y los tres leones que adornaban la Fuente y ocho días después remitía una consulta sobre la exacta ubicación de la primera, es decir, hacia donde debía dirigir su mirada el Rey, decidiéndose que fuera “hacia el Camino Real y Jardines, siguiendo la línea de la Plaza Principal”, esto es, hacia el Norte. El 8 de abril se subió su estatua al pedestal, mientras que los leones se colocaron con posterioridad, procediéndose a la inauguración de la Fuente el 30 de mayo de 1752, día de San Fernando, con el funcionamiento de los ocho surtidores.
Se conoce con mayor detalle cómo era la primitiva Fuente del Rey, gracias a la descripción de Quindós, quien señalo que era en su siglo, entre las públicas, la principal y estaba circundada por pilares, “que cierran su ámbito con cadenas de hierro sostenidas en ellos –para evitar la aproximación de las vestías-; sobre el pavimento a que se sube por tres gradas hay cuatro surtidores con pilones altos y separados que dan el agua por ocho caños, y rematan con unas piñas. En el medio está el gran pilón, y en su centro se eleva un cuerpo triangular de molduras cortadas con tres leones que sostienen unos castillos en su garras; en lo más alto se puso una estatua de Fernando VI…”.
Sobre esta figura, Tárraga asegura con su fundamento que se corresponde con la que hoy decora la Plaza de la Villa de París en Madrid, la cual hasta la fecha permanecía sin autoría, y lo hace basándose en “las características estilísticas” del escultor Olivieri, como la elegancia, esbeltez de proporciones, sencillez de líneas, esmerada ejecución, y en la calidad del mármol genovés, a la que aludían las fuentes documentales.
Un año después, el 13 de marzo de 1753, Bonavía informaba que el Oratorio de San Antonio se hallaba concluido, tanto en la parte exterior como en la interior, hecho del que da testimonio el pintor Antonio Joli de Dipi en varios lienzos que dedica al Real sitio de Aranjuez y recogen la plaza de San Antonio. En ellos se observa, además, la existencia de la galería de levante de la Casa de Oficios, en espera de su prolongación hasta el pórtico de la Capilla, pues aún no se había levantado el ala correspondiente al Cuarto de Caballeros, y la hilera de tilos delimitando ese espacio urbano.
La conclusión de la Plaza principal no pudo llevarse a cabo hasta el reinado siguiente, el de Carlos III, y bajo la dirección del nuevo arquitecto del Real sitio de Aranjuez Jaime Marquet, nombrado al fallecimiento de Santiago Bonavía en septiembre de 1759.
En el último plano de éste que se conoce, fechado el 16 de noviembre de 1758, se demuestran sus intenciones de cómo debe concluirse este ámbito público, con las galerías bordeando las Casas de Oficios y Caballeros y la frontal simétrica para la gobernación y ministerios y, en paralelo a ellas, una hilera de árboles. No coincide el cierre meridional de la Plaza, y unión de los corredores con el atrio de la Capilla de San Antonio, con el que realmente se efectuó, línea rígidamente quebrada y no ondulada que hay que atribuir a lo esquemático de la representación, pues los cuadros de Joli solventan toda duda en este sentido.
Una de las primeras órdenes dadas por Carlos III a Marquet fue el apeo de la escultura de su hermano que remataba la Fuente de la Plaza de San Antonio, fechada el 14 de febrero de 1760, tan solo dos meses después de su llegada de Nápoles, con la excusa, según Quindós, de llevarla a su mausoleo en el Monasterio de las Salesas de Madrid. No obstante, Tárraga ha matizado que donde se colocó fue en el patio y luego, tras la Desamortización, llevada a la Plaza mencionada de la Villa de Paris, por lo que sospecha que en la decisión real de transformar la Fuente más pudieron pesar “razones estéticas y políticas”.
No hay duda de que la imagen de Fernando VI, presidiendo Aranjuez, Sitio al que seguiría acudiendo la Familia Real durante la jornada primaveral, no debía ser del agrado de su sucesor, ni mucho menos de su madrastra la reina Isabel de Farnesio, desterrada hasta entonces por aquél en La Granja, lo que explica que la decisión se tomara antes determinada la escultura de relevo.
Se optó, finalmente, por colocar como remate de la Fuente a una figura mitológica, tema poco comprometido que, según Quindós y varios autores posteriores, representaba a una “ninfa o venus” e incluso para algún otro a Diana, si bien en realidad se trataba de la diosa Hera, pues así consta en el contrato firmado con el maestro escultor Juan Martínez Reina el 22 de junio de 1761. En él se obliga a ejecutarla en piedra de mármol blanco de las canteras de Badajoz, en el reino de Portugal (sic), a seguir el modelo aprobado por D. Ricardo Wall, Primer Secretario de Estado, dándole una altura de 9 pies, incluso la peana, y a realizarla a satisfacción del arquitecto Jaime Marquet. El coste se ajustó en 21.530 reales de vellón, recibiendo el escultor sucesivas cantidades a cuenta, hasta su terminación y elevación a su pedestal el 13 de marzo siguiente. Se explica así la concha alusiva a la fertilidad en la escultura femenina y la referencia al Agua como fuente de riqueza en Aranjuez, precisamente el atributo de Hera, la deidad griega latinizada como Juno, hermana y esposa de Zeus, que representaba el matrimonio y los nacimientos.