TEXTO tomado del libro:
pag. 246-253
El Sitio Real. Conjunto principal.- Plaza de San Antonio y Fuente de Hera
Antes de la configuración de la Plaza de San Antonio del Real sitio de Aranjuez, tal y como hoy se contempla, ya existía en su lugar otra irregular, escarpada, a la que antiguos documentos denominaban de la “Campana del Trabajo”, por el edificio y su espadaña con tal instrumento que en ella se hallaba, y cuya imagen reproducen algunas vistas antiguas, como el cuadro anónimo fechado en 1630, conservado en el Museo del Prado.
En él se ve, al Suroeste del Palacio y junto a una inconclusa Casa de Oficios, una gran explanada, abrupta, cuya linde oriental lo conforman varias construcciones de uno o dos niveles, sin unidad ni proporción entre ellas, claramente destinadas a alojar dependencias que no tenían cabida en aquellos edificios. Como contrapunto a este espacio público se presentaba la Plaza de Parejas, al mediodía de la Real Casa y a poniente de la de Oficios, delimitada por una galería porticada en “L” que unificaba a ambas y cuya composición servía de pauta para la que debería cerrar la de San Antonio más de un siglo después.
Sin embargo, el carácter de las dos Plazas era diferente, pues frente a la primera, más cortesana y festiva, la segunda iría convirtiéndose en la principal del Real Sitio, acogiendo las funciones para su administración y además las comerciales, para el abastecimiento de la ingente comitiva de cortesanos y criados que seguían las Jornadas Reales.
Pinturas posteriores a la mencionada vuelven a ofrecer el aspecto de Aranjuez y de su plaza mayor antes de la construcción de la ciudad, destacando especialmente las de Michel-Ange Houasse u Juan Bautista del Mazo, como una de las vistas del primero desde el Sureste, y datada entre 1719 y 1721, la cual muestra este espacio urbano y en él uno de los obeliscos que se construyeron de plomo que traía las aguas desde el Mar de Ontígola a las fuentes del Jardín de la Isla.
La primera plaza principal no era un espacio proyectado arquitectónicamente, sino resultado de las necesidades de una población itinerante, sobre la que pesaba la reiterada prohibición de Felipe II para su emplazamiento permanente, excepto para los criados y dependientes, vinculados al Heredamiento, lo cual explica su aspecto y el carácter provisional de la mayor parte de sus límites.
Había surgido apoyada en una de las fachadas laterales de la Casa de Oficios, la de levante, y muy próxima al Palacio, tal y como se ha dicho, además de a uno de los accesos desde Madrid, el Puente de Barcas sobre el río Tajo, que acabaría convirtiéndose en el más frecuente y obligado, a partir de mediados del siglo XVIII, para los no pertenecientes al círculo real. Este singular emplazamiento de la futura Plaza de San Antonio facilitaría la paulatina aparición en sus inmediaciones de puestos y barracas, autorizadas por los gobernadores del Sitio y dedicadas a la actividad comercial, y el mantenimiento de las edificaciones preexistentes, cuando pertenecía a la Orden de Santiago, o construcción de otras nuevas, destinadas todas a funciones administrativas o auxiliares.
La misma profesora, siguiendo las observaciones de Fernando Chueca Goitia, ha estudiado las relaciones de la Plaza de San Antonio con el Barroco italiano con las propuestas de Bernini para Arizzia o Roma, aquí especialmente la de San Pedro, donde el templo “se instituye en centro principal de las visuales” del espacio público, configurado por una “columnata porticada y transparente”.
Bonavía, partidario de ejecutar con prontitud el proyecto de la Plaza, pues la dilatación de las obras perjudicaba la materialización de la “Idea”, comienza a remitir a sus superiores diversos diseños sobre el tema y a realizar las gestiones para su construcción.