Establecía también multas y penas de cárcel para las transgresiones del reglamento y la administración de aquéllas, de las que una tercera parte debía ir a parar a la recomposición del puente; esta cantidad la recibía el guarda celador del camino, que había de entregarla antes de tres días en Aranjuez al pagador del sitio.
Durante la invasión francesa, el ejercito ingles trató de volar el puente en 1810, al igual que había hecho con el puente de barcas, si bien no consiguieron sus objetivos y tan sólo destrozaron un par de arcos, que primero serían habilitados provisionalmente y en 1828 restauraría José Cortines, arquitecto hidráulico. Antes de 1870, el Puente Largo pasó del Real Patrimonio a la Dirección General de Obras Públicas.
En deficiente estado de conservación y ostensible abandono de los márgenes, integrado hasta épocas recientes en la carretera N-IV (Madrid-Andalucía), se vio beneficiado por la desviación de la misma y la construcción de la variante.