y con la de la Escuadra, que lo hace en el desaguador de las Tejeras, el cual desemboca en el Soto de Legamarejo, en el lugar conocido como “Pico del Jabalí”. La casa de las Tejeras era una casilla de guarda que constaba de dos plantas con cuatro habitaciones y cocina y que se construyó en fábrica de ladrillo y piedra de yeso, con cubierta de teja árabe.
En la casa de guarda de Cirigata se inicia el cuarto cuartel y la división de la Azuda en las citadas Cola Alta y Cola Baja. La primera vierte en el desaguador de las Tejeras, y da lugar frente a la calle de los Tilos a la cacera de Legamarejo; en cuanto a la Cola Baja, muere en el tajo, cerca del puente del ferrocarril, y no en el Jarama. Por su parte, el desaguador de las Tejeras se conoce también en este cuartel como de la Mesa del Cebo.
El curso del canal de la Azuda es bastante llano, por lo que no requiere el concurso de túneles o acueductos, aunque si el de 17 pequeños puentes, como el de la Montaña o el de la Cola Larga, salvándose las encrucijadas por lo general con simples tableros de viguetas o con tuberías metálicas en los encuentros de las acequias. A lo largo del recorrido se utilizan sistemas de compuertas verticales manuales, siendo numerosas las obras de toma de las acequias que salen del mismo, con desarrollos de diversos tipos. La toma de las aguas en su origen se realizan también mediante compuertas de guillotina, pero fueron sustituidas por una de sector automática. En cuanto al encuentro entre el canal de la Cola Alta y el de la Azuda, se resuelve mediante sendos saltos de agua que salvan el desnivel existente.
Inicialmente, los canales eran de tierra, pero con posterioridad fueron revistiéndose de hormigón en masa (con encofrado perdido de ladrillo) para evitar las pérdidas producidas por las infiltraciones. Las secciones de los caces son rectangulares y/o trapeciales, siendo muy interesantes las soluciones constructivas y formales de los diversos aditamentos técnicos, como el conjunto de las compuertas de la confluencia del caz Chico con la Cola Alta, donde se muestra una disposición de tres huecos muy esbeltos para las compuertas de acción manual separados por graciosos tajamares apuntados y otros dos laterales más pequeños y de medio punto, a modo de aliviaderos o desagües bajo sendas escaleras de acceso a la plataforma superior de las cabeceras del sistema de compuertas, comunicando los bordes del camino. Destaca también el partidor del Canal de la Azuda e el pk. 3.6, con tres compuertas y tajamar semicilíndrico. Tales artefactos, contemplados desde la hipótesis de virtuales cambios de escala, se funden con el suave paisaje de los bordes y surgen ligados a cierto sincretismo entre el transcurso de las aguas del canal y los recónditos caminos se sirga o vías paralelas de servicio que lo flanquean, siendo singularmente pintorescas la confluencia entre el canal de la Azuda (acequia del Cortijo), el ramal del Caz Chico y el canal de la Cola Baja, en el lugar que conoce como “La Glorieta”.
Hay que hacer una referencia, por su singularidad, a la acequia, la azuda y el acueducto de la Montaña, que deben su denominación a su emplazamiento y desarrollo en el entorno de la finca y la casa de la Montaña, al borde de la suave elevación en que éstas se emplazan, al norte de la población y junto a la carretera de Madrid. La azuda, que a su vez renombró al canal, antes llamado del Embocador, como la presa de la que deriva, elevaba el agua de aquél hasta la altura de las tierras de la finca, conduciéndolas por un acueducto de ladrillo de magnifico porte que en la actualidad se nos revela, ya en desuso y abandono, como una espléndida y sugestiva secuencia de arcos desarrollados entre enormes pilares que muere en un muñón final de ruinosa imagen residual: una docena de arcos, en suma, que añaden al paisaje, desde la panorámica de la carretera (hacia el Km. 44), una expresiva figura que remite a un no tan remoto pasado en el que arte y técnica convivieron en Aranjuez. Viejas ilustraciones, en efecto, nos muestran la gran rueda giratoria o noria, hoy ausente y sustituida por un sistema de bombeo, con un apilastrado de cantería en el que anclaría el eje de la misma con sus canjilones.
Su dotación no está suficientemente documentada, y, aunque los referidos Juan Carlos de Miguel y Cristina Segura la retrotraen hasta 1749, el Atlas de Domingo de Aguirre, que recogía en 1775 el trazado del caz del Embocador, del que emergía hacia el norte una acequia denominada “Riego de la Calle y camino Carnaval”, que se inicia al pie del cerro (Altos de Mira el Rey) y se prolonga hasta las cercanías del Puente Largo, no aludía al acueducto ni a la azuda, por lo que debemos colegir su inexistencia, al menos