Como quedaba en seco este lago en la estación del verano, y los légamos que arrastraban las corrientes hacían pestífera el agua, ensuciando y disminuyendo el vaso, se determino abrir una gran charca en sitio superior al mar, donde llegaban as aguas en primer término dejando allí las brozas y bajando mansas al deposito principal.
Descuidada la charca algún tiempo después, se fue cegando insensiblemente, y hoy apenas hay señales de ella ni de una molino-batan que se utilizaba de esta agua en el prado del Molinillo, del que era propietario un vecino de Ocaña llamado Antonio Morales, el que le compro el Rey con el fin de destruirle como el que había en la huerta de la Encomienda, por que no obstruyesen la cavidad del mar, las gredas que usaban para abatanar los paños.
Para mejor distribución de esta agua se hizo en 1735 un estanque pequeño y profundo por bajo del mar; de él parten los riegos de que ya hemos dado noticia abasteciendo además algunas fuentes del jardín de la Isla. Otro deposito se formo al pie del cerro de las olivas para proveer las muchas fuentes con que se regaban en el estío las calles de la población.
Durante algunos años se siguieron observando con escrupulosidad las primeras ordenanzas relativas a la vigilancia que debía ejercerse para que no se enlodasen esta agua; pero después se fueron abandonando, lo que unido a los muchos años trascurridos sin hacer limpieza de ningún genero, fue motivo para que en el año 1835 se encontrase caso obstruido de légamos, pues solo tenia de 3 a 4 pies en su mayor profundidad.
Se mando formar un presupuesto para limpiarle y fue presentado con fecha 17 de noviembre del mismo año; pero que ascendiendo a 1.095.360 reales pareció excesiva a la superioridad esta suma y se suspendió su ejecución por entonces, sin que quedase desechado el proyecto, porque en Real orden de 10 de diciembre de 1839 se dispuso traer mil doscientos presidiarios para ocuparlos en estos trabajos. Llevase a cabo tal resolución y aunque estuvieron los once meses que comprenden desde febrero a diciembre de 1840, fueron tan escasas las ventajas, que quedó casi en el mismo estado cuando fue preciso trasladarlos a otro punto, por la serie de enfermedades que se declaro entre ellos, producidas por los malos efluvios de los légamos del mar.
A varios de nuestros lectores que habrán tenido la ocasión de conocer el intrépido genio del administrador Sr. Jácome, no les sorprenderá que este celoso empleado se propusiese emprender tan temida obra, sin contar con más elementos que los propios recursos de su administración. Concedida la venia, subastó el desbroce o limpieza de esta laguna a un real y treinta y dos maravedíes vara cúbica, con fecha 25 de agosto de 1842, quedando ejecutado y perfectamente limpio en breve tiempo, no habiéndose invertido más que 99.810 reales y 25 maravedíes. No sabemos cuanto costaría la obra de la muralla que también fue reparada, siendo lo natural que se hiciera con la misma economía que la limpieza del mar.
También los Reyes han tenido su grato solaz en esta laguna, habiéndose formado con tal fin en 1625 una isleta en el centro y construido en ella un pabellón o cenador rodeado de barandillas con su embarcadero. Bellas góndolas y chalupas surcaban sus aguas ocupadas sucesivamente por Felipe IV y Carlos II que en ellas paseaban y hacían sus pesquerías. La reina gobernadora Doña Mariana de Austria, esposa y madre de los anteriores, se embarcaba el año de 1668 en una lujosa góndola, cuya cámara de popa tenía columnas y adornos de plata.