Quien da nombre al jardín, la efigie de la reina Isabel II niña, ha sido testigo mudo por dos veces de su “derrocamiento”, como sucediese en una ocasión con la efigie del rey Alfonso XII, aun así, ambas persisten en el lugar que un día se las erigió, una por disposición real y la segunda por disposición popular. La primera de ellas, tras la larga ausencia por su rehabilitación fue presentada de nuevo a la sociedad transcurrida la rehabilitación. Este día, cuando entré en al jardín transcurrido el tiempo de ausencia de la estatua de la Reina niña, me quede inmóvil frente al busto. Algo no me acababa de cuadrar. Un amigo personal me inquirió por la espalda al oído: que piensas tanto. Me di la vuelta y le conteste: Esta no es la princesita. Sonrisa picara de mi interlocutor, su contestación: eres un brujo. A lo que le respondí: No, solamente te digo que algún día se me dará la razón. Las pruebas a través de la historia de este pueblo lo demuestran. ¿Cuántas estatuas, fuentes, monedas, cuadros, lámparas, jarrones, etc., etc., se llevaron para restaurar y nunca volvieron o bien dieron el cambiazo, permaneciendo los originales en otros lugares de más interés? La segunda, en la actualidad sigue en el lugar originario tras su recomposición, transcurrida la lamentable contienda civil. Muchas son las respuestas que faltan para no llevarnos a un pensamiento infundido.
En otras épocas duras para la nación y más concretamente para el pueblo de Aranjuez, este jardín urbano ha sido testigo mudo de la terrible contienda civil, no salvándose de excavar en sus propias entrañas. En la década de los años sesenta del siglo XX, el jardín es sometido a una profunda transformación, perdiendo la concepción que antaño se diseñase. Con la llegada de la democracia, concretamente en la década de los años ochenta del siglo XX, este jardín urbano ha sido testigo silencioso de actos salvajes. Ataque de desalmados de esta sociedad civilizada a jarrones, bancos, floresta, arboleda, etc., etc.
Pero especialmente y aquí quiero destacar que ese ataque ocurrido en esa época intentando mancillar la figura de S.M. la Reina Isabel II niña. Se podrá estar de acuerdo o en desacuerdo en ciertas cuestiones o formas de pensar, nos podrá gustar de nuestra ciudad este o aquel monumento más, pero de ahí, a tomarse la democracia como la vía de desahogo para agredir a quien no les apetece que ocupe el lugar que por derecho le corresponde, me parece cuando menos un acto de cobardía e insolencia de personajes de mezquina catadura moral y social. Como ciudadano demócrata y libre pienso, que el pueblo de Aranjuez no esta representado ni mucho menos en estos salvajes. El pueblo de Aranjuez, siente en los mas profundo de sus entrañas, cuando semejantes actos de cobardía y ofensas, en este caso a la Monarca Isabel II –como el que nos muestra el documento gráfico-, aparece ultrajado llevado a cabo por miserables, que amparándose en la nocturnidad, llevan a cabo tristes y lamentables hechos como estos.