a aparecer representado hasta comienzos del siglo XX, fecha en la que, como hemos indicado, se levantó siguiendo el modelo simétrico y se introdujo la fuente actual. Samaniego Gobernador del Real sitio, intentó construir entre 1721 y 1722 este jardín y el restante del oriental no trazado, pero no pudo ser en el caso del de la Reina pues hasta 1727 no se derribó el antiguo palacio de la Orden de Santiago, que ocupaba parte de este lugar, y Felipe V mandó la construcción del Jardín del Parterre poco después, que obligó a derribar lo hecho por Samaniego. En 1729 se diseña por Caro Idrogo el puente del Canal y se construye con la colaboración de Marchand entre 1731 y 1732 para sustituir el existente de madera (desde época medieval existía un puente que comunicaba el denominado “corral de los álamos”, tras el palacio de los maestres de Santiago), el más cercano a Palacio, con escalones y esculturas, que daba acceso a la Isla entroncando directamente con la fuente de Hércules, esta pieza, muy cuidada por ser paso obligado de los monarcas hacia el Jardín de la Isla, parece que en 1750 se intentó enriquecer con proyectos de magnificas portada y reja diseñadas por Ventura Rodríguez. El primer puente, en rampa para carruajes, que comunicaba asimismo el llamado jardinito de palacio –en realidad, el Parterre- y el Jardín de la Isla, data de 1733 –para algunos autores es de 1744- y se construyó con las compuertas realizadas para regular el cauce del canal, obra de Marchand y terminadas por Bachelieu al morir el anterior. De 1728 se conoce una planta ideal del Jardín de la Reina atribuida a Caro Idrogo, donde se dibujan cuatro cuadros sin calle ni fuente central. A comienzos del siglo XX, tras su traza definitiva, se introdujo una fuente con amorcillos y delfines que imitaba a las del XVIII, de piedra de Colmenar, gemela a la nueva del Jardín del Rey y hoy todavía mantenida.
Los Jardines del Rey y de la Reina del palacio de Aranjuez, junto al jardín oriental, tenemos que entenderlos como componentes primordiales y constitutivos de la planta de conjunto, no como meros añadidos a la arquitectura residencial. El palacio de Juan Bautista de Toledo, como ente autónomo, no se puede entender sin la existencia de estos elementos que explicaban el gran desarrollo de la fachada de acceso y la organización del resto de los alzados a partir de tres jardines cerrados que rodeaban al palacio en forma de U –como en el cuarto del Rey de San Lorenzo de El Escorial-, y cuyo carácter era el de salas exteriores con galerías abiertas a ellos y muros definitorios.
De composición regular en sí misma, se trazan ambos jardines mediante los ejes que ordenan la edificación, con la cual se articulan –no de forma totalmente regular- mediante dos salas abiertas a los mismos organizadas simétricamente con el eje transversal del conjunto. A pesar de su relación con los pequeños jardines adosados a Valsain, Alcázar y el Pardo, en cuanto son jardines secretos a la italiana de carácter íntimo, cerrados y anejos a una residencia palaciega, su introducción en la estructura compositiva como elementos integrantes del conjunto y no meros añadidos a una edificación preexistente, inserta en la cultura arquitectónica renacentista.
Los elementos ornamentales de diferentes culturas –como las grutas y fuente, las baldosas de barro o los cuadros y tipo de plantación- junto a un tratamiento espacial con importantes contrastes y orígenes –delimitación hispanomusulmana del ándito, articulación clásica de las piezas en un espacio cerrado, muros hispanos con decoración de nichos, hornacinas o grutas italianas- proporcionan una imagen formal, probablemente no buscada, de fuerte sabor manierista, que se encontraba plagada de fuerzas tensionales compositivas (sin duda muy deterioradas en la actualidad debido a su apertura hacia el Parterre).
Su actual carácter abierto y ausente de umbría no refleja en absoluto los mecanismos de corrección medioambiental que poseía el jardín en sus orígenes, logrado mediante la adopción de la escala apropiada para evitar la evapotranspiración, asimismo, así mismo potenciada por el cerramiento exterior, pues no solo el muro oriental existía, sino que la galería abierta y los retretes permitían un espacio intermedio cubierto que pertenecía a ambos ámbitos, al abierto de la jardinería y al cerrado de la arquitectura del palacio, y de esta manera conseguir un preludio de articulación espacial entre la naturaleza y la arquitectura mediante unos elementos comunes a ambos.
El trazado se organiza a partir de la extensión de uno de los ejes del módulo cuatripartito básico y doble repetición de la calle transversal, operación que procura ocho cuadros iguales (a excepción de los centrales, con plaza interior) de ordenación 4 x 2 y proporción del espacio de 2 x 1.