estatua de mármol de Carrara, representando a Su Majestad el Rey” que transportaba de Milan a Bruselas. Esta obra es mencionada por Vasari y lógicamente ha de ser identificada con la descrita en los inventarios de 1582 y 1608. Eugene Plon la dio por desaparecida –y, en consecuencia, es ignorada por la crítica internacional moderna- porque Ceán Bermudéz se olvidó de mencionarla en sus noticias sobre Leoni. Sin embargo, seguramente la conocía porque la mencionaba Ponz, quien no obstante se equivocaba al suponerla obra de Pompeyo representando a Carlos V. Álvarez de Quindós en 1804 corrigió el error sobre la identificación del retratado y observó que estaba firmado por Leoni en el pedestal y que pocos años antes se había restaurado.
Del siglo XVIII a nuestros días
Al continuar la construcción del Palacio en 1715 hubo de plantarse el tratamiento de su entorno. En 1721-1722 el Gobernador Samaniego decidió por su cuenta terminar el esquema de jardines cerrados según el plan de Toledo y Herrera “emprendiendo la formación de un jardín que rodee toda la nueva obra, a continuación de los que tiene la antigua”. Sin embargo, cinco años más tarde la decisión de llevar a cabo el parterre o “jardín nuevo de Palacio” llevó consigo, primero, la desaparición del jardín cerrado a lo largo de la fachada oriental del Palacio y a continuación el derribo de la pared que cerraba el jardín del Rey por ese costado, adornada con “cinco nichos grandes y seis chicos”. Esta demolición fue llevada a cabo por Bachelieu en octubre de 1733 “sin que se haya seguido el más leve perjuicio a dicho jardín”, salvo el muy sustancial de dejar de ser un giordino segreto cerrado. La consiguiente pérdida del sentido original del jardín del Rey se vio agravada cuando Fernando VI ordenó a Bonavia construir la gran tribuna hacia la Plaza de las Parejas, sobre la terraza encima de la galería que va del Palacio a la Casa de Oficios. Este monumental palco regio para los festejos, que convertía el jardín en una especie de patio y privada de vistas a la fachada sur del palacio fue mandado derribar por Carlos III en 1762, volviendo el conjunto a su estado previo. Durante un siglo, el fuerte carácter del jardín hizo que perdurasen sus características pero en 1872 le reforma del parterre, donde hubo que terraplenar para facilitar el nuevo trazado y el crecimiento de las coníferas, afectó también a este espacio manierista, cuyos caminos empedrados quedaron ocultos por una capa de tierra. En la primera década del XX se realizó un trazado “gemelo” al otro lado del Palacio, en el lugar del “jardín de la Reina”, que nunca había pasado de explanada. Poco después se añadió a ambos jardines un toque de uniformidad –pero no de rigor- al colocar en sus respecticos centros sendas fuentes de planta mixtilínea y aspecto dieciochesco en piedra de Colmenar, de tal modo que fueron juzgadas auténticas por Winthuysen. La fuente original del Jardín del Rey resultó entonces desplazada, y luego almacenada. El proyecto de restauración crítica por Lucía Serredi, con el asesoramiento de Carmen Añón, originado en 1983 y que comenzó a ser llevado a cabo en 1985, supuso la restauración y reposición de la fuente “de jaspe verde” y el rescate cuidadosamente lo nuevo de lo antiguo y sentando el guijo sobre arena. Este último rasgo, de extrema rigurosidad crítica, aconseja un uso restringido del jardín. En cuanto a las plantaciones, los dibujos de boj de Lucía Serredi siguen trazados quinientistas –no los originales, que se desconocen- en lugar de las formas complicadas que aparecen en los planos del XVIII. La introducción de frutales sigue la información ofrecida por los documentos del XVI. El cerramiento hacia el parterre mediante una verja baja ha sido diseñado por Juan Hernández y Margarita Mielgo.