misma localización, y los relieves de sus padres Carlos V y la emperatriz Isabel, hoy en el museo del Prado, y de Leonor y Margarita de Austria, y la introducción de un conjunto de bustos de los doce césares que rodeaban a las mismas y que proporcionaban al jardín, como sucedió con otros de la corona, un carácter de propaganda política en referencia a la exaltación de los Austrias como dinastía conectada al imperio Romano. Finalmente, de los nueve retretes sólo quedaron con acceso directo cuatro de ellos, aunque comunicados todos entre sí. La reforma del alzado de estos elementos, la colocación de la estatuaria y el cambio del pavimento se puede atribuir a Juan Gómez de Mora. Los emperadores o césares romanos fueron trasladados a la Casa del labrador al desaparecer la pared oriental con la construcción del Parterre en el siglo XVIII.
En 1715, con Felipe V, se retoma la construcción del palacio, hecho que permite al gobernador Samaniego unos años después plantear un jardín cerrado que rodeara toda la obra, es decir, formar una U al ampliar el jardín oriental hasta la Ría y crear el Jardín de la Reina. Levantado, si no éste de la Reina, al menos el longitudinal que lo unía con el del Rey, entre 1721 y 1722, fue destruido cinco años después para la erección del nuevo jardín a la francesa, el Parterre, para lo cual desaparece no sólo todo el jardín oriental –reflejado en vistas y planos del conjunto- sino también el muro que separaba éste del Jardín del Rey y, por tanto, perdía su principal cualidad, el aislamiento, al poner en comunicación física y visual dicho jardín y el Parterre. En el plano de 1728 atribuido a Caro Idrogo ya aparecen unos dibujos barrocos de estilo francés en los cuadros; este tipo de esquema, con la flor de lis y elementos vegetales más simplificados, se mantendrá –con los cambios obvios- al menos hasta la restauración.
Demolido dicho muro en 1733 por Bachelieu, este hecho propició la prolongación del cerramiento meridional del Jardín del Rey a lo largo del lateral del Parterre, eliminado poco después por el foso. En época de Fernando VI se construye un amplio mirador en la terraza o galería sur para ver los espectáculos de la plaza de las Parejas, elemento que desvirtuaba aún más el conjunto, aunque fue eliminado por Carlos III en 1762.
A finales del siglo XIX, en 1872, y ante una reforma del Parterre para variar su trazado, se cubrieron los caminos del Jardín del Rey con tierra y a comienzos del siglo pasado se sustituyó la fuente original de jade por otra de piedra con grupo escultórico de planta similar pero de mayor tamaño, pareja de la existente en el Jardín de la Reina, construido en ese momento. Restaurado el conjunto por la paisajista Lucia Serreti en colaboración con Carmen Añon, el proyecto de 1983 y comienzo de obras dos años después permitió la recuperación de la fuente original y el pavimento del siglo XVII, que apareció bien conservado casi un 40% a 40 cm bajo la capa de tierra, mientras que el pavimento se encontraba a otros 40 más profundo, la restauración de dicho nivel permitió, a su vez, el descubrimiento de las gradas que unían el jardín con la loggia meridional, los dibujos de los cuadros, al desconocerse, fueron recreados con dibujos geométricos por la paisajista a partir de ejemplos del siglo XVI, con la inserción de una línea de seto exterior que cierra la plantación, no existente originalmente, y los frutales, seleccionados a partir de documentos de dicha época –era denominado en 1583 el jardín de naranjos questa en el quarto rreal nuevo-. Aunque se pensó la posibilidad de cerrar dicho espacio sin causar un fuerte impacto –celosías con elementos vegetales, etc- se optó, ajeno al proyecto de restauración, por la sencilla verja que hoy contemplamos, obra de Juan Hernández y Margarita Mielgo.
El Jardín de la Reina, no construido hasta comienzos del siglo XIX, aparece representado con características similares al simétrico del Rey, pero su trazado se desplazaba hacia el este para formar una amplia plaza ante el puente de paso a la Isla, y su carácter, al haber servido de acceso a este jardín, difería en proyecto con el del Rey, como sucede en la actualidad. Así, en el plano idealizado de Juan Gómez de Mora de 1636 presenta un cerramiento hacia el jardín oriental y la Ría y ocho cuadros con plaza central y fuente idéntica a la del jardín del Rey, e incluso en la vista anónima custodiada en El Escorial los dibujos de los cuadros y el tratamiento de nichos y estatuaría del muro son idénticos. Éste espacio, que no fue construido, no vuelve