Siendo el Sr. Quindós oficial de contaduría, formó, por encargo del gobernador de aquella época don Juan Escudero, un reglamento para el hospital, que mereció la aprobación de Cárlos III por decreto de 4 de Mayo de 1778. Señalaba en él las obligaciones de sus empleados y disponia tuviesen entrada los enfermos de todas clases que resultasen en las distintas estaciones del año al servicio de la Real casa, conduciendo solo al hospital general los que, no reuniendo las condiciones de empleados, permitiese su crónica dolencia ponerlos en camino.
Tambien se creaba por este reglamento una Junta compuesta de un hermano mayor que siempre habia de ser el gobernador, cuatro consiliarios y un secretario para que vigilasen, procurando la buena asistencia de los enfermos.
Se pensó destinar para costearle el producto del arrendamiento de la plaza de toros, luego que con este mismo rendimiento se incautasen las Reales arcas del desembolso hecho para su construccion; pero no llegó á realizarse, sosteniéndose por cuenta del Real Patrimonio con más ó menos holgura según las circunstancias políticas que se atravesaban, hasta el año de 1840 en que se cerró por la misma causa, destinándose á graneros de esta Administración.
El pequeño hospital que tratamos anteriormente al cargo de los carmelitas descalzos de Madrid, como sin objeto, construido este, á petición de estos religioso mandó el Rey demolerle, entregándoles todos los efectos para indemnizarles los gastos que tenian hechos desde su instalacion.
En 1864 dispuso S.M. la Reina la reedificación de este hospital sobrepujando si cabe á las ideas de su bisabuelo al crearle. Queria, aunque en pequeño, un hospital modelo, servido por hermanas de la caridad, con un lujoso moviliario; cómodas camas cuyas lanas para los colchones habian de ser de la Cabaña-modelo. Cumpliose su deseo, y en Mayo de 1865 con su asistencia tuvo lugar la inauguración oficial: rasgo tan humanitario pasará con otros mil equivalentes á honrar en la posteridad la buena memoria de tan caritativa Señora.
Al edificio se le añadió local para dos salas, levántandole sobre la tapia que presentamos como imperfecta á la parte del Norte donde tambien por órden de Cárlos IV se habia construido en 1807 otras dos salas más. Se demolió la pared de Poniente, reemplazandola con lijera y calada verja de hierro con su bonita puerta que une las dos alas y permite ver un lindo jardin plantado en este segundo patio. Este jardinito se improvisó con crecidos castaños poco antes de la inauguracion , siendo un bello punto de vista las galerias nuevamente construidas, á las que corresponden las salas para recreo de los convalecientes.
Con el aumento que ha tenido se cuentan nueve salas, con los nombres de Santo Tomás, San Pedro de Alcántara, San Juan de Dios, Santo Domingo de Guzman, San Cárlos, San Francisco de Asis y Santa Paula con las de Santa Isabel y la Asuncion en la nueva construccion. Estas salas, todas capaces, con elevada bóveda, grandes ventanas y bien dispuestos ventiladores, están vestidas sus paredes hasta dos metros de altura de brillantes azulejos valencianos, y aunque caben en ellas con holgura hasta ochenta camas, solo habia setenta el dia de la inauguracion.
Las camas son de hierro con aparato que contiene su colgadura y de las que decimos se entregaron, solo treinta y una estaban al servicio de los enfermos, cada una con su colchon y jergon, sábanas, mesa de cabecera y un gran corcho para poner los pies; por tanto, solo podian ingresar treinta y un enfermos en el establecimiento.
Aunque inaugurado el hospital, no se abrió hasta Diciembre del mismo año, en que vinieron las benéficas hijas de S. Vicente de Paul, Sor Rosalia Ansoleaga como superiora, y seis hermanas más por existir el proyecto de crear una escuela de párvulos á cargo de tan pacientísimas señoras.