Siendo médico titular en 1770 el acreditado y caritativo profesor don Juan Bautista Cutanda, espuso á Carlos III en una razonada solicitud el verdadero estado de la beneficencia en el Sitio; hacíale ver los muchos enfermos que habia por lo mal sano del pais, y que si bien esto era inevitable, no así el socorro a los enfermos que por falta de recursos no podia hacérseles una perfecta curación; siendo bien triste que muchas veces al trasladarlos al hospital de Ocaña, se hacia en un estado tal de gravedad, que espiraban algunos por el camino. Muchos de estos enfermos, pobres trabajadores que, según el Sr. Quindós, habian venido sin más ambicion que ganar el sustento diario, al caer enfermos, sin casi ni amparo alguno, hubo casos hasta de suministrarles el Santo Viático en las calles ó en un sucio zaguan ó chozo donde se recojian.
Tan razonada exposición conmovió el bondadoso corazon te tan magnánimo Rey, pues mando en 1773 formar el plano de un hospital que se proponia fundar con la advocación de San Cárlos Borromeo. Encargo esta obra al arquitecto director de las del Sitio don Manuel Serrano, y de acuerdo ambos elijieron el punto más alto y despejado de la población, frente al convento de S. Pascual, donde le encontramos.
Con estraordinaria rapidez se construyó este edificio, el que, sin ser un monumento de la mayor importancia, merece examinar su buena fábrica de mampostería y ladrillo, formando una pequeña manzana cuya puerta principal da frente á la fachada de S. Pascual.
Despues de las grandes ventanas que adornan su esterior, solo encontramos la ancha puerta, con elevada gradería de piedra blanca de Colmenar, de cuya materia es la cornisa que la presta su adorno. Á cada lado, embutido en la fábrica, se eleva un machon de la misma piedra rematando en medio punto, teniendo en la parte superior una cruz y dos jarrones de piedra. Dentro del medio punto se ve un escudo en que está grabado este rótulo: Real Hospital patrimonial de S. Cárlos.
Su interior se dividió en dos patios: uno de altas paredes, que son su fuente y jardin serviria de recreo á los enfermos convalecientes y otro destinado á usos ordinarios, situado á la espalda que cerraba las dos alas del edificio por el Norte y Occidente, con alta cerca de ladrillo y una gran puerta en este último punto con salida á la calle del Capitan.
Era algo irregular la forma de este cuadro porque solo la mitad de la fachada del Norte guardaba analogía con el resto del edificio, lo que formaba el primer patio; la otra mitad era solo la cerca de ladrillo de que hemos hablado que hacia imperfecto al segundo.
Se construyeron cinco salas de alta bóveda: una para medicina, otra más reducida para cirujía, otra para mujeres, una distinguida para los guardias de Corps y otra de convalecientes; conocidas por los nombre de Sto. Tomás, San Pedro de Alcántara, San Juan de Dios, San Cárlos y Santo Domingo de Guzman.
Se dejó una pequeña sala para capilla con la advocación de San Cárlos, representado en un buen lienzo, y en 1788 se trasladó este cuadro á la sala principal, cambiando de advocación con la del patriarca S. José, siendo publica esta capilla por haberse colocado los Sacramentos para la administración del Viático. Dignas eran todas las demás oficinas distribuidas en los distintos pisos de la fachada interior que dividen los dos patios, así como las habitaciones para todos los dependientes.
Concluida la obra el 30 de Enero de 1776, con ánimo de admitir enfermos en la inmediata jornada, mandó el Rey se proveyese de todo el moviliario necesario, costeando los gastos de medicinas, alimentos y sueldos de los empleados con los fondos de las Reales arcas.
Se nombró un administrador-capellan que desempeñase ambos cargos, comisario de entradas, despensero, guarda-ropa, dos practicantes, tres mozos enfermeros, cocinera y ayudante; y la curacion al cargo de los medico-cirujanos titulares, siendo uno de ellos el caritativo Cutanda á quien se debia la iniciativa de esta piadosa fundacion.