decirse que, en realidad, Ocaña estuvo casi un año sin este tipo de mandatario, como si se hubiera pretendido dar un “ejemplo” de dureza dejando vacante tanto tiempo dicho cargo.
En este año de 1804 quedaban más aún al descubierto las diferencias de las instalaciones del Hospital para dar alojamiento a tantos pacientes. Lo había denunciado Andrade anteriormente:
“..el aumento de Dependientes… la mayor permanencia de la Real Comitiva; lo que ha creído la población… y los que… acuden de la provincia de la Mancha, y lugares inmediatos, ha causado tal en 1803, quizá con un sentido premonitorio de lo que iba a sobrevenir en el año siguiente.enfermos, que cubriéndose el gasto de este dicho Hospital en su Erección como 40.000 reales anuales poco más o menos, en el día asciende por un quinquenio a 167.041 reales”. Esto lo decía en 1803, quizá con un sentido premonitorio de lo que iba a sobrevenir en el año siguiente.
Con ocasión también de lo sucedido en 1804, se hizo el cambio del boticario Félix Mendíbil. Este pidió al rey que le dejasen “volverse (a Madrid) a establecer en su facultad, en su asistencia a su pobre familia, pues se halla en la calle”. Por contrato que había efectuado en 1801 cuando al hacerse cargo de la botica del Sitio se había comprometido a facilitar gratis las medicinas que necesitase el Hospital, valoradas en 6.500 reales anuales, como así también la tercera parte de las que consumiesen los criados. Pero el gasto del año 1804 había sido tan elevado por la gran cantidad de enfermos que, efectuadas las cuentas, resultaba haber perdido 38.470 reales y 12 maravedís. Aunque Cevallos dio orden el 11 de junio de 1805 para que se abonase dicha cantidad, como los pagos se hacían “poco, mal y tarde o nuca”, se quedó sin cobrarla, de tal manera que todavía en 1839 era reclamada esta cantidad por los herederos de Mendíbil, esposa y nuera. Cevallos había dicho “Prontamente”.
Fruto tardío, pero positivo, fueron los cursillos de perfeccionamiento que el doctor Roldán impartiría posteriormente a los practicantes del hospital. Su programa de enseñanza, muy detallado, se apoyaba en numerosas fuentes científicas. También en 1805 se nombraba el nuevo regente de la botica, Leandro Sandoval, que sería ayudado por un segundo, Urbano Baquero.
La importancia de la botica y el papel primordial que ejercía en la conservación de la salud de los habitantes del Sitio, se aprecia en el inventario de existencias que se realizó con motivo de cambio de propietario. Es un petitorio al parecer completo, porque en jornadas se medicinaba también a personajes ilustres.
Resumiendo el inventario y agrupando los 870 sustancias diferentes en 40 grupos, se pueden evaluar su importancia:
Aceites, Aguas, Alcoholes, Emplastos, Flores, Tinturas, Resinas, Ungüentos, etc., etc...
Entre estos productos se encontraba la quina, de la que se consumían grandes cantidades por ser el remedio más eficaz contra las terribles tercianas. Había otras sustancias sorprendentes, que aludían a magia y conjuros: “estiércol de lagarto”, “esperma de ballena”, “uña de la gran bestia”, “polvos del Papa Benedicto”… En realidad eran simples preparados, y con estos nombres sólo se pretendía sorprender al sencillo paciente, porque a título de ejemplo la “gran bestia”, no era más que un simple ciervo.