Según describe Don Cándido López y Malta, en su libro...
(Texto y ortografía, original del autor)
Don Cándido dice así:
en su
pgs. 240-248
PARTE TERCERA
ARANJUEZ MODERNO
CAPITULO IX
Hospital de San Cárlos
Vamos a describir en este capítulo el magnifico edificio, segundo en importancia, con que dotó á esta población el humanitario Cárlos III. Antes de pasar adelante bosquejemos los malos medios de hospitalidad que tenia un pueblo tan mal sano como Aranjuez cuando se empezó a formar el Sitio.
Hemos dicho y es notorio que las intermitentes en aquella época eran la enfermedad que reinaba con carácter de permanentes, y que se recrudecia dejando sentir su perniciosa influencia en los meses de Agosto y Septiembre. Como solo los empleados del Sitio y trabajadores de las obras eran los que en él vivian, y estos últimos dependian tambien del Real Patrimonio, se socorria á los necesitados de ambas clases en su propio domicilio, pero con poca regularidad y solo durante la pemanencia de la córte, que naturalmente era la época en que se disfrutaba más salud, quedando abandonados en los insalubres meses de Otoño.
Las reclamaciones que elevaron los médicos como testigos oculares de tanta miseria, hallaron eco en los Reyes, que dispusieron suministrar con largueza considerables limosnas al hospital de la Caridad de S. Juan de Dios de Ocaña para que admitiesen los enfermos que de este punto se les mandaban. Este sacrifico, por lo mal dispuesto, ya se comprende no habia de dar el resultado que se deseaba, á pesar de tener dispuesto un carruaje par conducir los enfermos al referido hospital ó al general de Madrid.
En 1750 dispuso Fernando VI levantar una casa para hospital provisional en la plaza del cuartel de Guardias, cuyo edificio aun se hallaba por construir, así como las casas inmediatas, lo que hacia se bien ventilado el punto. En él tenian entrada los enfermos durante la temporada de las jornadas, estando dispuestas doce camas en dos regulares salas, donde solo eran admitidos los criados de la córte, socorriéndose en los particulares a alguna perentoria necesidad.
Púsose á cargo de la hermandad de Ntra. Sra. de Esperanza, que estaba establecida en el convento de D. Hermenejildo, de carmelitas descalzos de Madrid, para que costease los practicantes, sirvientes y alimentos, quedando por cuenta del Rey el gasto de medicinas administradas por la Real botica, y asistencia facultativa que puso á cargo de los médicos y cirujanos de la Real familia. No por esto cesó el compromiso contraido con el hospital de Ocaña, y se comprende, por que en el año era muy breve el tiempo que estaba abierto el de Aranjuez.