Según describe Don Ángel Ortiz Córdoba, en su libro:
Don Ángel, a modo de introducción dice así:
El Mercado Público de Aranjuez es el primer edificio importante construido por una Corporación municipal. Los anteriores Gobernadores y Administradores del Real Heredamiento no habían sentido ninguna especial preocupación por dotar a Aranjuez de un local amplio, cubierto, saneado, dedicado a cubrir tan necesario servicio para cualquier población medianamente desarrollada.
LOS GOBERNADORES. EL MERCADO AL AIRE LIBRE
En el siglo XVIII ya se había dedicado un amplio espacio urbano donde se practicaban las transacciones comerciales y mercantiles, acordes con un mercado de abastos. En un plano de Domingo de Aguirre trazado en 1775, aparece una anchísima calle, alargada, denominada “Plaza de Abastos”, que divide claramente en dos el casco urbano del Real Sitio. Esta vía se iniciaba en el “Camino Real” o “Camino de Ocaña”, la actual carretera de Andalucía y terminaba en lo que sería calle del Foso. Aún no se había construido en su centro la línea de casas que dividiría en dos esta amplia zona, formando las actuales calles del Gobernador y Abastos. Los edificios nuevos serían la Casa del Gobernador, la de la Administración Patrimonial y la del duque de Medinaceli, cuyos nombres actuales son la Casa Ayuntamiento, los Colegios públicos y la casa de Carmena. La enorme plaza era cortada transversalmente por otras vías, una de las cuales era la de los Gremios, llamada en nuestro tiempo Rey. Otro pequeño espacio, adyacente por el sur, innominado en el plano de Aguirre, es la “plaza del Vidriado”. Este pequeño lugar desaparecería al construirse en él una nueva manzana, en la que más adelante tendrían su sede los primeros sindicatos obreros de Aranjuez. A espaldas de esta nueva casa se formó un pequeño callejón al que se designaría sucesivamente Taco, Taxo y Tajo.
Para comprender mejor la capacidad comercial de esta antigua plaza de Abastos, debemos situar los puestos de venta de los productos alimentitos hacia la parte de la carretera de Andalucía; las telas, lencería, zapatería, relojería, perfumes y alhajas, principalmente en los “soportales de la Plaza” y sus adyacentes a la carretera de Andalucía. En ellos se instala hoy una entidad bancaria, diversos comercios y un restorán. Todavía se conservan las arcadas de ladrillo cubiertos por una fachada para ganar espacio útil para estas industrias. El menaje de cocina, especialmente las vasijas de barro cocido y vidrio, en la plaza de que tomaba el nombre. Las frutas, verduras y demás hortalizas, hacia la parte de la calle de los Gremios, llegando hasta los soportales de aquella zona. Esta galería ha sido derribada recientemente para construir un bloque de viviendas. El pan se vendía en la otra zona de la plaza hacia la parte del camino Real. Allí también la Tocinería.
La actividad comercial, normal durante una importante porción del año, registraba unos niveles altísimos cuando los Reyes venían al sitio de jornada. De tres a seis meses era el tiempo que cada año tenían de estancia en Aranjuez. Pero antes de su llegada, ya habían abierto sus puertas en el sitio los principales comercios de Madrid, alquilando para ello los mejores locales y viviendas particulares. En ellos se expendían los productos más caros y lujosos, particularmente extranjeros.
Estos eventuales mercaderes, cuyo número variaba cada año entre 40 y 60, tenían graves problemas con la Administración patrimonial porque les cobraban impuestos por partida doble: al introducir sus mercaderías “por los Puertos” y posteriormente, al declarar sus ventas diarias. Harían numerosas reclamaciones para mejorar esa condición, pero no eran admitidas. La realizada en 1796, que estaba firmada por 43 industriales, era encabezada por las prestigiosas firmas de Manuel de Vergara, Suárez de Prieto, Viuda de Perrín, Gerati y Clariti, los mejores comercios de Madrid. Entre ellos también aparecía José González Manrique, citado por Godoy en sus memorias, al