PLANES, RECURSOS ECONÓMICOS, SUBASTA DE LAS OBRAS
El día 1 de enero de 1890. Joaquín Gullón López tomaba posesión de la alcaldía de Aranjuez. Llegaba a este cargo con una experiencia acumulada, porque en los años 1872, 1884 y 1886 también la había ejercido. Desde aquellos tiempos él había soñado con el Mercado. Conoce bien las necesidades de la población y ésta es una de las más apremiantes. Antes de terminar el primer mes de su nuevo mandato, dicta unas normas para la ordenación de los espacios de la plaza “para que desaparezca la fealdad que proporcionaban los cajones pequeños”. Esa orden, hasta este momento, era una de las disposiciones clásicas de todos sus antecesores.
No es solamente el ayuntamiento el que siente interés por los problemas vecinales, de la formación y creación de riqueza, intentando conseguir una población más limpia y próspera. Los Casinos y Sociedades existentes forman también sus proyectos con el mismo objetivo, y no únicamente el de procurar solaz y esparcimiento a sus socios. Actúan como auténticas “Sociedades de Amigos del País”, tan frecuentes y activas en toda España desde el siglo XVIII. Algún día, los arancetanos deberemos valorar y apreciar justamente el importante papel que prestaron estas sociedades en nuestra vida local.
En abril de este mismo año se constituye la Sociedad “Fomentos y Progreso del Real Sitio de Aranjuez”. El presidente, José Blázquez Prieto y el secretario, Ramón Cazorla García, comunican al alcalde, al mismo tiempo del anuncio de su constitución, el deseo de “plantear con éxito la instalación de la luz eléctrica, la conducción de aguas y el saneamiento de la población”. Este ofrecimiento reforzaría, al menos moralmente, la actitud decidida de aquella Corporación.
Con este mismo fin actúan algunos vecinos individualmente, aportando sus iniciativas. Simon Viñas, que además de concejal es maestro de primeras letras, publica su libro Aranjuez, en el que hace lista de los problemas que afectan a nuestra villa e incita a nuestra juventud a participar en la construcción de un Aranjuez más habitable y feliz. “Cincuenta años”, marcaba el plazo. Regalaba varios ejemplares de su obra a los demás concejales para estimular a la Corporación en este sentido.
El Ayuntamiento decide eliminar los “puestos malolientes o ruinosos”, ordenando a los propietarios que los levanten. Estos no obedecen, aduciendo que se lesionan gravemente sus intereses. Se actúa entonces con energía. Vencido el plazo para su cumplimiento, el alcalde ordena la eliminación de estos puntos de venta, que será efectuada “por los dependientes municipales”, a costa de sus dueños.
El apoyo de todos anima más aún a la Corporación. En el mes de julio se acuerda edificar “un mercado que satisficiera cumplidamente los servicios públicos de la localidad… que se efectuará en la plaza pública, en la parte que linda con la carretera de Andalucía, en un perímetro de 64 metros de largo por 48 de ancho”. Inmediatamente se encarga a don Enrique Sánchez Sedeño, arquitecto de Madrid, para que diseñe el anteproyecto "para una discusión previa”. Estas primeras dimensiones se mantendrán constantes durante todas las fases por las que habría de pasar la construcción del Mercado.
En este tiempo, se sucede todo con cierta celeridad. Sedeño presenta el anteproyecto de un edificio hermoso, sugestivo, que sería aprobado inmediatamente por la Comisión Municipal de Mercados. Este estudio, amplio, minucioso, está compuesto por un buen número de planos y dibujos con las formas y detalles del edificio, y de una Memoria, muy cuidada y meticulosa. Es el trabajo de un ingeniero que demuestra su excelente talla profesional y técnica. La divide en siete capítulos. El último, “Presupuestos”, es el más interesantes para este ligero estudio.
Al final de la memoria figuraba la firma de Sánchez Sedeño y la fecha: 8 de septiembre de 1890. Estas cantidades presupuestadas serían incrementadas pronto, una vez comprobadas sobre el terreno ciertas dificultades. El capítulo de “Pavimentos” se elevaba a 6.899,60 y el de “Imprevistos” llega a 21.627,20. Ahora el total presupuestado era de 176.107,20 pesetas.
El Ayuntamiento remitía el proyecto al Gobernador civil de la provincia para su previa aceptación y la expedición del oportuno permiso para efectuar esos gastos extraordinarios. La contestación, positiva, no llegó hasta marzo de 1891. El Gobernador se tomó seis meses para poner el “visto bueno”.