Los puestos construidos por cuenta del Real Heredamiento iban a ser vendidos en 470 reales cada uno, y se pagarían en cuatro plazos iguales en un tiempo de dos años. Francisco Cazo, “Carpintero de este Sitio, y Asentista de Puertas y Ventanas para sus Reales Obras”, es el encargado de construirlos. Desde noviembre de este año 1807, hasta la llegada de los reyes en la próxima jornada de 1808, se esperaba tener la plaza plenamente acondicionada. Esta era una razón más por la que los arancetanos hicieron el famoso Motín, porque si los reyes habían de dejar España, ausentes perpetuos de Aranjuez, ¿qué beneficio tendrían los nuevos puestos de venta? ¿Qué fruto sacarían a sus onzas de oro, que tantos esfuerzos le había costado para ganarlas? ¿De qué comería la familia del soldado Valentín Ávila y tantas otras?
En marzo de ese año 1808, se da el Motín de Aranjuez. En el Sitio no había solamente una taberna, como parece deducirse de la lectura de una novela histórica. Había posadas, fondas, figones, y también tabernas. Y el Mercado que era el estómago de Aranjuez. Los propietarios de los respectivos negocios querían verlos prosperar. Para ello, los reyes debían estar en Aranjuez todos los años el mayor tiempo posible. A pesar de todo, los reyes se fueron y en su lugar llegaron los franceses. La guerra contra los invasores, que duró desde el año 1808 hasta 1814, arruinaría a Aranjuez, sus casas, su economía. Se perdieron los bienes de la mayoría de sus habitantes. Muchos comerciantes locales fueron obligados a avituallar a los dos ejércitos beligerantes, ocupantes alternativos del Sitio. Sufrieron, además, las secuelas clásicas de las guerras: incendios, saqueos, pillajes… Cuando terminó esta contienda, la población, pobre y menesterosa, fue muy poco favorecida por la Gobernación del Sitio, receloso Palacio de anteriores deslealtades y traiciones. Despidió a todos sus empleados de palacio, jardines, yeguada, vacada, guardería, y los fue admitiendo después de una larga y humillante depuración. Algunos no llegarían a reingresar: murieron antes por inanición.
El arreglo de plaza de Abastos quedaba postergado para otros tiempos más favorables. La Administración tenía ahora, casi como única preocupación, la reorganización del propio Sitio, el cobro de los arbitrios de pesos y medidas, el “fiel Almotacén”, y el de los “Cajones de Plaza”, en los que ahora se vendían, salvo alguna excepción, solamente productos de la cercana huerta.
En 1827, ya aliviada un tanto esta mísera época, se colocó en el centro de la plaza una fuente, octogonal, de agua potable. En su parte central se elevaba una airosa pirámide con la leyenda “Reinando Fernando VII. Año de 1827”
En el año 1834, pocos años antes de que Aranjuez se dote de una alcaldía y Ayuntamiento Constitucional, el Contador del Patrimonio formaba un estadillo de puestos de veta en la plaza, y contabilizaba 75 tiendas.
Con más frecuencia de lo que aparenta, en la historia de España se entremezcla la de un pueblo como Aranjuez. El hecho de ser Real Sitio le vincula con momentos históricos importantes, que a su vez han de influir, posteriormente, en al vida y felicidad de sus vecinos. Debemos ahora referirnos a estos años, porque de sus consecuencias aparecerán con toda lógica unos acontecimientos que darán paso a la construcción de este edifico llamado Mercado de Abastos de Aranjuez, aunque no tenga ninguna relación aparente en su inicio.
En este año de 1834, muere Fernando VII. La Reina María Cristina será desde ese instante la Reina Regente, por la minoría de edad de su hija Isabel, con la obligación de permanecer viuda durante el ejercicio de este cargo. Cualquier matrimonio que contrajese invalidaría por ley su privilegiado derecho.
Sin embargo, conocer a Fernando Muñoz, un guardia de Corps, y se casa en secreto con él. En una época tan confusa, de tantas alianzas y no menos traiciones, de tantos cambios en la política, en la que los españoles toman partidos tan distintos y encontrados, esta unión es muy peligrosa. La Regente puede perder la dirección del país, e, incluso, a la pequeña Isabel le puede faltar los suficientes apoyos para mantenerla en Palacio contra los intereses del Pretendiente, su tío, Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII.
Hay una gran división en España. Se crean sociedades secretas que trabajan para sus oscuros fines. De una de ellas dice el historiador Miguel Artola:
“La conspiración protagonizada por una sociedad secreta –la isabelina- sigue ofreciendo multitud de puntos sin aclarar, tanto en los que respecta a los individuos que la formaban como a los fines que perseguían”.
Este secretismo nos impide llegar a conocer bien a ésta u otra sociedad. Pero podemos seguir y observar algo de lo que ocurría en Aranjuez en esos años. Miguel Morayta, un buen historiador, nos dice: