NUEVOS PLAZOS Y TERMINACIÓN DE LAS OBRAS. PROBLEMAS ECONÓMICOS
El 1 de enero de 1894 cesa Huertas y toma posesión de la Alcaldía don Rafael Almazán García, que había sido elegido concejal en las últimas elecciones. Era nombrado alcalde de Real Orden del día 23 de diciembre pasado. Persona ya entrada en años, traía al Ayuntamiento sus antiguos conocimientos acumulados, puesto que había regido la misma alcaldía en los años 1867, 1882 y 1885.
Llega al Ayuntamiento con los mismos deseos que los alcaldes que le han precedido, pero no está acuciado por el ansia, como Huertas, de ver acabadas pronto las obras. Piensa que los dos años de mandato serán suficiente tiempo para que en su transcurso se pueda inaugurar el mercado. Quizá este es el motivo por el cual el nuevo Ayuntamiento no ofrece especiales dificultades para que los plazos de terminación se puedan alargar. La fecha de terminación se fijaba ahora el día 28 de febrero e 1894, aunque esta fecha estaba cercana, es claro que Almazán no hará ya excesiva presión para que se cumpla este plazo. Él sabe que autorizar otro más largo sería dañoso para todos. El día 7 de marzo concederá otra prórroga de dos meses y todavía se alargarán las obras aún más. Por esta razón, Almazán puede dedicarse con más escrupulosidad en la administración de los fondos municipales. El contratista Álvarez pretende que el Ayuntamiento pague los gastos que hace el director Sedeño cuando viene a Aranjuez, aduciendo que está contratado por el Municipio. Las dietas del Director facultativo eran de 150 pesetas diarias.
El mismo Director se quejará posteriormente, porque la Comisión Municipal de Obras le controla la compra y le contabiliza las existencias de “hierros, laminados y fundidos” como si no tuviera confianza en él, cuando hasta ahora, había gozado de ella sin límites. Le dan explicaciones que, al menos, le satisfacen.
Se cambian algunos materiales que figuraban en el proyecto y contrato inicial por otros no provistos: el piso del patio debe ser de Portland, en vez de asfalto. Los lucerarios “deben tener un cristal claro y doble en vez de estriado”, “para dar alguna luz a la nave del Mercado".
Mientras, entre unas y otras dilaciones, la obra va llegando a su fin. El Ayuntamiento abona a Álvarez el cuarto plazo estipulado, valorado en 28.635,24 pesetas, señal de que está finalizando la contrata. A partir de este momento, la Corporación se queda sin recursos económicos. Es el problema añadido, el que hacía recelar a los contratistas que habían dejado de acudir a las repetidas subastas de obras.
A punto de concluir los trabajos y comprobada su urgente necesidad, se plantea la distribución, en el interior del edificio, de los puestos de venta. Esta obra no estaba prevista en el presupuesto y proyecto inicial. Parecía haber sido una omisión injustificada, pero fue así. Será un nuevo añadido costo. Un modelo de los puestos es trazado por Luis Jaime Jiménez, y se encarga de la construcción de ellos a Antonio Ortega Encinas. Habrá más retraso y modificaciones de última hora: los luminarias hay que protegerlos con alguna alambrada. Aunque no se aducen los motivos, se puede pensar en dos causas para tomar esta medida: una, técnica, impedir la entrada de gorriones y otras aves menores, así como el paso de salamanquesas; la otra motivación, también utilitaria, era impedir la rotura de los cristales. Los chiquillos de Aranjuez habían adquirido la práctica, desde muchos años atrás, del manejo de las famosas hondas y tiradores. Habían adquirido tal maña que eran eficacísimos en el lanzamiento de las piedras. Otros alcaldes, en ocasiones anteriores, habían publicado bandos condenando el uso de hondas y tiradores en el interior de la población, e incluso en los alrededores. En este caso, se deseaba que los luminarios no fueran un nuevo blanco. Simón Viñas, que conocía sobradamente a los niños de Aranjuez, les había dedicado su libro con el fin implícito, entre otros, de hacerles perder este dañoso hábito. Había que cuidar el soberbio edificio, orgullo de todos.
Se colocan las puertas de hierro, motivo también de polémica por la calidad y precio de los materiales. Se concede una nueva prórroga a Álvarez. Éste, sin razones aparentes, paraliza las obras durante 15 días. Se le conmina a que las continúe, con la amenaza de una multa de 25 pesetas por cada día de suspensión. El constructor aclara los motivos: el Ayuntamiento no tiene dinero para abonarle el último plazo y él reaccionaba con paralización de las tareas, forzando el cobro. Ya continuadas finalizarán el 18 de diciembre, día en que oficialmente las hace entrega al Ayuntamiento. El Mercado es ya una realidad tangible. Se trabaja aceleradamente para la instalación del alumbrado eléctrico. Se colocaría “una lámpara incandescente en cada cajón y donde haga falta”.