encontrar ningún documento suyo, como alcalde, o referido a ese cargo, en el archivo de Palacio de Madrid, Deseamos a futuros investigadores que tengan mejor suerte.
Entre los denunciados por los vecinos de Aranjuez aparece José Antonio de Madariaga. Y aunque no adjuntan pruebas con la denuncia, sí parecen coincidir con lo dicho por Artola y más en particular por Marayta. Hay evidencia de ser el “hombre de París”:
“Don José Antonio de Madariaga, Depositario Gral. De granos, conductor de niños Cristianos a Francia, exportador de caudales y alhajas, así como agente de las maquinaciones Cristianas, a cuya sombra ha hecho su Capital”.
Parecen coincidir todos los datos, puesto que en su “hoja de servicio” elaborada por la Intervención de la Administración, ya se apreciaba que algunos de ellos habían sido como “recaudador de donativos patrióticos”, y otros “comisionado por el Banco Nacional de San Fernando, cumpliendo siempre con lo que se le ha exigido”.
En el informe preceptivo que, para evacuar la denuncia, hace el Intendente de la Real Casa en Madrid, se niega que estos presuntos conjurados sean dependientes del Patrimonio de Aranjuez, excepto dos jardineros, que en este caso harán de chivos expiatorios. Miles de testigos y otros tantos documentos hubieran podido certificar cómo con este informe se les está protegiendo, probando que la trama que se quería desarticular llegaba hasta los más altos despachos de Madrid. Se levanta una barrera que los arropa, y solamente dos de ellos piden la cesantía por razones de salud. Estos eran Gorgonio Domínguez, “Director de la Yeguada y cuñado de D. Fernando”, y el Depositario de Materiales Julián Muñoz, el alcalde esporádico de Aranjuez de finales de 1840. Podrán cobrar así sus pensiones. Seguía siendo una nueva forma de cubrir el asunto. Gorgonio y Julián Muñoz serían reactivados poco tiempo después con unos nuevos cargos dentro de los Sitios Reales.
La denuncia es como una nube de verano para Madariaga. Sigue ejerciendo el cargo de Depositario de Granos. Es un hombre acomodado, tiene algunas fincas en Aranjuez. En el prorrateo para el pago de la contribución llamada del “Culto y Clero”, se le reconoce como el sexto propietario local en recursos económicos. Paga 120 reales cuando, por comparación, el cura ecónomo cotiza 30, un empleado, 20 y un jornalero,4.
Cuando el “efecto Espartero” ya ha pasado por Aranjuez, el Patrimonio redobla sus esfuerzos para alcanzar nuevas cotas de poder. A ella contribuirá la colaboración de algunos vecinos que saben de la fuerza de la Administración y prefieren ponerse a su lado. No tiene otra explicación cuando Madariaga es nominado en 1844 como Depositario de Fondos del propio Ayuntamiento. Es inconcebible. Ocupa el cargo solamente un año porque en abril de 1845 se le separa de este empleo “para evitar desagrados en adelante”. Le había traicionado su carácter un tanto presuntuoso, que le despegaba de su propia responsabilidad municipal: había autorizado un pago cuando él sabía que en aquella ocasión el Ayuntamiento se encontraba al descubierto, sin efectivos para efectuar cualquier desembolso, dejando malparada la Corporación, y en especial al alcalde Domingo Antonio López.
En 1849 vuelve a ocupar este mismo cargo Depositario de Fondos. Era llevado de la mano por Jorge de la Corte, el nuevo alcalde, que ahora como Corregidor había sido impuesto por Isabel II o por los políticos que pululaban en su entorno. La nueva figura del presidente de la Corporación Municipal ya no es el “Alcalde-Presidente” que, aunque nombrado por la Reina, debía ser concejal del ayuntamiento, elegido previamente como el resto de los demás ediles en unas elecciones municipales. Ahora, el “Alcalde-Corregidor” era nombrado sin ser concejal, si siquiera vecino. Era un empleo especialmente político, con el cual se trabajaba abiertamente a favor del poder establecido en Palacio. Este nuevo alcalde era al tiempo “Jefe Político del distrito de Chinchón”. Fija su residencia en Aranjuez y ubica las oficinas del Partido en los locales del propio Ayuntamiento. Su política y modos autoritarios de aplicarla va a producir la protesta de algunos concejales. Es impopular, ya que además, al tiempo de su nombramiento, y como consecuencia inmediata, se había de destituir al que era alcalde-presidente, José Garcés. Esto produce un corrimiento de cargos dentro de la propia jerarquía municipal. Garcés será ahora primer teniente de alcalde. No ejercerá de primer alcalde ni siquiera cuando el Corregidor esté ausente, porque para ello éste pone un sustituto. Era el primer caso que se daba en la reciente historia del Ayuntamiento.
El Corregidor propone, en un pleno del Ayuntamiento, a finales de 1849, “la construcción de un mercado de fábrica en lugar del de cajones”. Es aceptado inmediatamente, porque es el sueño de muchos años. Los concejales piensan que con influencia que De la Corte tiene en Madrid, les puede facilitar la consecución de tan especial deseo. Sin embargo, la propuesta parece tener cierta trampa, aspecto de confabulación. Es una manera, así después quedó claro, de querer hacer digerir a los concejales algo que podía ser contrario a los intereses municipales, y que se habría tramado en esferas distintas a las de la Corporación Municipal. Es un hecho consumado que, cuando