también muy cerca de su tierra natal. Los dos meses que también se le otorgaban en 1853, ya no los podrá disfrutar porque, al parecer, sus escasas fuerzas no le permitieron viajar.
Pero no se avanza más en la construcción del mercado. En el verano de ese mismo año, se produce en Aranjuez una epidemia del “cólera morbo asiático”, produciendo un retraso en su vitalidad como ciudad. Se apreciaba aún más que el principal problema para la edificación de la lonja era la financiación de la obra, y ante ello no se encontraba ninguna solución. Al alcalde Gabino Ruiz, prudente y calculador, le debió parecer muy temerario correr esta aventura. Deberían pasar muchos años para que los sucesivos ayuntamientos se replanteasen la solución de los problemas que originarían aquella construcción. En este tiempo, se limitará a estudiar el aumento y colocación de nuevos cajones, su limpieza y la salubridad de los alimentos.
En la sesión del día 19 de mayo de 1853 se acuerda aumentar el número de cajones de la plaza con otros doce grandes. Para poder identificar su ubicación y sus dimensiones, ene l mismo acta de la sesión aparece un bosquejo de la plaza, dibujado por el secretario de la entidad, sobre otro que habían realizado los concejales Medina y Orusco “sobre el terreno”. En él se pueden contabilizar 16 cajones pequeños, 22 medianos, 59 grandes y 8 muy grandes. Los doce nuevos debían tener las siguientes dimensiones: 14 por 12 pies de superficie y 8 pies de altura, equivalente a 3.92 por 2.36 metros y 2.24 de altura. En marzo de 1854, el alcalde don José Abades y Lacaba se había quejado en una sesión extraordinaria que
“Las Compañías de Abastecedores de carnes tratan con empeño de menospreciar al pueblo y en particular a la Autoridad, llegando al extremo de haber expuesto en la plaza pública diferentes menudos y despojos de reses en el estado más asqueroso y repugnante. Por este hecho han sido castigados…”.
Un caso imprevisto irrumpe la historia de Aranjuez, trastocando los planes sobre la posible construcción del mercado. Varios ilustres generales, O’Donell, Dulce y Ros de Olano, se pronuncian contra la autoridad de la Reina. Aquella revolución de julio de 1854, la famosa “Vicalvarada”, permitió que se estableciese en Aranjuez una Junta Provisional de Gobierno, presidida por Fabián Fernández. Entre las primeras medidas que tomó, se cuenta la de suprimir los impuestos de consumos y arbitrios de plaza por considerarlos excesivamente gravosos. Es destituido el alcalde Abades por esta Junta y se decide también la suspensión de su cargo al Depositario de Fondos, Madariaga. Este nuevo Ayuntamiento estudia el 11 de agosto el estado actual de la facultad concedida a Madariaga para edificar el mercado. Vista aquella Real Orden, y
“Teniendo presente su contenido y el insignificante derecho que se concedía a Madariaga acodó el ayuntamiento que sin perjuicio de las acciones y derechos que en citado terreno pudiera tener, se pasase oficio al Sr. Madariaga para que manifestase si iba o no a edificar la casa, para en su vista, acordar la Corporación municipal la determinación que creyese conveniente”.
La ocasión es inmejorable para forzar a Madariaga a la renuncia de su derecho, pues se le pasa la comunicación justamente cuando el ex-Depositario está detenido en Madrid. El Ayuntamiento actuaba ahora con una decisión, quizá desmedida, dada la cierta indefensión de Madariaga. Al día siguiente, ya de vuelta a Aranjuez, recién salido de prisión, dado que solamente estuvo detenido una semana, contesta al ayuntamiento. Parecía renunciar definitivamente. Rendía cuentas como Depositario y se liberaba de toda responsabilidad. Incluso los hombres de O’Donell, desde Madrid, le relevarían de todos sus cargos patrimoniales.
El cese de Madariaga por esta Junta Provisional, consecuencia de la revolución de julio, nos va a mostrar, una vez más, otra sorprendente faceta de la gobernabilidad del ayuntamiento y de la Administración del Real Patrimonio. Veremos cómo los hombres que parecían haber desaparecido con los sucesos de 1841 estaban de nuevo en escena. Un año antes de la “Vicalvarada”, el Intendente de la Real casa y Patrimonio, desde Madrid, había pedido la hoja de servicios de Madariaga. Cumplimentando el informe, la rúbrica que aparecía al final del escrito era la de “Gorgonio Domínguez”, el mismo Gorgonio que había sido denunciado por vecinos de Aranjuez y que en el mismo año había solicitado su retiro. Era claro que había sido una maniobra para dejar pasar la tormenta que se cernía sobre los “Muñoces”. Entonces era Director de la Yeguada; ahora había pasado a ser el primer mandatario de la Administración en Aranjuez.
La “Vicalvarada”, de corte liberal, nos va a seguir mostrando más sorpresas. El Interventor del Patrimonio de Aranjuez, Antonio de la Fuente, había comunicado que Gorgonio se había ausentado de Aranjuez y ahora, con fecha 9 de agosto, seguía informando: