Durante este tiempo, no paso en vano, se han retirado los cajones de la parte de la Plaza donde se ha de levantar el edificio. El Arrendatario de los puestos de venta, Santiago Padilla, reclama ante esta reducción de sus ingresos y es indemnizado con 1.375.20 pesetas.
Se fija el proyecto, sus costos correspondientes y la forma de pago de las obras. Estos, que ya conocemos que han sido corregidos hasta la cantidad de 176.107,20 pesetas, están motivados por haberse introducido un cambio de materiales no previsto. Será causa de nuevos problemas de no fácil resolución, porque hasta ahora, el camino ha sido relativamente fácil de recorrer. ¿Cómo financiar las obras? ¿De dónde ha de salir el suficiente numerario para sufragarlas? Con el presupuesto ordinario del Ayuntamiento no es posible. Debería estar paralizado durante dos años, desatender la limpieza de las calles, el paro y atención de todas las obras municipales, el impago de salarios a empleados… Tampoco el Ayuntamiento había previsto la reacción de los constructores que, lógicamente en defensa de sus intereses, estarían informados de la escasa solvencia económica del ayuntamiento. Obrarían en consecuencia.
La primera subasta pública para la adjudicación de las obras, anunciadas su celebración simultánea en Madrid y Aranjuez para el 25 de mayo de 1891, quedaba desierta. No habían querido participar ningún constructor. Poco después, el alcalde Gullón cesaba en su cargo por finalización del mandato. Quedaba con la miel en los labios, porque no había conseguido, siquiera, iniciar las obras. Se marcharía con el firme propósito de segur apoyando aquella altruista idea, que él había adoptado como suya.
NUEVAS SUBASTAS. EL EMPRÉSTITO. EMPIEZAN LAS OBRAS
El nuevo alcalde es Silverio Huertas Soler. Se plantea de inmediato continuar con el soñado proyecto, siguiendo los pasos de Gullón. Promueve otra subasta que se anuncia en la Gaceta de Madrid y en algún otro diario. Esta segunda licitación se debía tener el 15 de julio de 1891, dos semanas después de entrar en posesión de la alcaldía. También quedaba desierta. Es un duro golpe para el recién estrenado alcalde. Este aprecia con sorpresa que los contratistas no tienen ningún interés. La Corporación estudia, consecuentemente, la posibilidad de realizar las obras por administración, pidiendo al Gobernador la autorización previa.
Se estima que el asunto de la financiación no se ha llevado bien. Han podido más los buenos deseos. No se han ofrecido al los constructores auténticas garantías de pago. Para ello, la Corporación dejará transcurrir un periodo de reflexión, que sería muy largo para los impacientes vecinos. Influye además en este espacio en blanco el fallecimiento de doña Francisca Rodríguez-Alto, esposa del alcalde.
Dejan pasar un año `para volver a retomar el proyecto. El Ayuntamiento acuerda realizar un empréstito de 100.000 pesetas sobre 40 obligaciones con un valor nominal de 250 pesetas cada una. Como aliciente para los futuros suscriptores, se las pone en un precio de salida del 90% del nominal y, además, con un interés anual del 4%. Se amortizarán por sorteo en tercias partes al final de cada uno de los tres años en que se fija este empréstito. Esta solución parece ser sugestiva para los compradores, pues por cada 225 pesetas invertidas tendrán una utilidad del 15,55% las que se amorticen al cabo del primer año, el 10% para las que lo hagan en el segundo y el 8,1% para las del último tercio. Parecía ser un buen estímulo y una buena solución para empezar las obras pero, en el fondo, el problema económico no desaparecería, se postergaba para los años siguientes, agravado por el pago de intereses. El Ayuntamiento, en definitiva, resolvía el problema en cuanto a la financiación de la obra, pero hipotecaba las arcas municipales.
Con la aprobación de este empréstito, y todavía con las obligaciones en la imprenta, el ayuntamiento anuncia otra subasta para el día 21 de octubre de 1892. En Madrid no hubo ninguna propuesta de compra, pero en Aranjuez se colocaban 301. Faltaban por cubrir 99. Se anunciaría una segunda licitación.
Las fuerzas vivas de la población –Asociaciones, Comercios, Industrias que saben de la necesidad de dotar a la población de un mercado público de fábrica- prestan un decidido servicio, apoyando al Ayuntamiento. Realizan una suscripción popular y se recaudan 30.000 pesetas, que sin entregadas al alcalde. Este, en sesión ordinaria de la Corporación consigue, además, la aprobación de un presupuesto adicional para el pago de las obras, que se habría de refundir con el ordinario del año económico de 1892-1893.