también era escarzano y contaba, como en el correspondiente patio, con guardacantones de piedra en las esquinas, para resistir el impacto de los carruajes. La composición es monótona en los tres casos, manteniendo invariable la relación macizo/hueco, como rejas embebidas en la mochetas e los pisos inferiores y balcones en los superiores.
En la construcción seguía las pautas definidas poco antes por propio Villanueva en las Ordenanzas de Aranjuez, en cuanto a cimientos de mampostería, “bien metida en cal” , muros exteriores de ladrillo macizo, con cajones en los paños centrales de mampostería, e interiores también mixtos, con entramado de madera y albañilería. El forjado de plata alta era de viguetas de madera enteriza, al igual que la estructura de cubierta, de puentes o imperiales y en que aquél funcionaba como tirante de ésta. En cabio, en el suelo de planta baja no existían forjados, descansando una parte directamente sobre el terreno y la otra sobre doble bóveda de cañón de ladrillo que cubría e sótano, solución muy característica de Villanueva, las escaleras tenían barandas de forja y peldaños de madera, “labrado con zancas, aleros y puentes de los mismo”, tal como expresaba el Maestro en su instrucción, exceptos los primeros de arranque que eran de piedra. Se trataba de una opción más económica, como en otros ejemplos domésticos de su producción, frente a la escalera de piedra, de mayor permanencia y resistencia al fuego. Al exterior la fábrica debía estar revocada, siendo la cubierta de teja árabe y el alero de madera labrada con canecillos, ampliando así la Ordenanza “V” que obligaba a su uso, frente al forjado de yeso en forma de escocia, modelo tradicional de Aranjuez que debería ser desechado por lo ruinoso a partir de entonces, aun cuando con ello se perdiera “la uniformidad” de la imagen urbana.
Si bien siendo el ejemplo menor dela arquitectura de Villanueva, hay en el rasgo claramente identificables que superan el mero cumplimiento de las dichas Ordenanzas, como el empleo de bóvedas, la importancia de las circulaciones, vertical y horizontal, en la organización de la planta, los arcos escarzanos, la proporción dupla de los huecos, rítmicamente dispuestos, la separación de los pisos en fachada mediante la línea de imposta o la “fina molduración” de las guarniciones, con jambas enterizas de granito, las cuales, junto con el tarjetón, el tablero y el balcón, enfatizan la portada o el alero de madera “a setino”. Se echa de menos, en cambio un zócalo de cantería en todo su perímetro, marcos en todos los huecos, carencias en las que sin duda pesó la imagen ya consolidadas de la arquitectura residencial de Aranjuez.
No hay acuerdo sobre la fecha del proyecto de esta Casa del Gobernador, pues aunque según Quindós las obras se iniciaron el ocho de julio de 1799, Sancho considera que el encargo es cuatro años anterior, cuando Carlos IV ordenó que la mitad de la consignación de la renta de Correos que recibía el Sitio se destinara para la construcción de “una casa ayuntamiento y audiencia pública”, identificada con la primera.
Lo que es seguro es que, con unos primeros esbozos, Villanueva solicitaba el 18 de septiembre de 1795 que se le señalase emplazamiento al edificio, cuyo coste se calculaba entre seiscientos y setecientos mil reales. Ahora se expresaba que su fin era el de alojar al Gobernador y a los oficiales del Sitio y debía ocupar media manzana, en parte del terreno del boulevard o Plaza de Abastos”, entre las calles del Almíbar y Capitán.
En 1800 parte de la Casa debía estar concluida, concretamente la correspondiente a las habitaciones del Gobernador, pues éste, a la sazón D. José de Rojas de la Cruz y Lozoya, Brigadier de los Reales Ejércitos y Exento de las Reales Guardias de Corps, entró en la Navidad de este año, En octubre de 1802 se remudaban allí los oficios, cuando ya había un nuevo responsable en gobernación, D, Manuel de Andrade y Alvarado.
La supresión de este cargo, al establecerse el ayuntamiento constitucional en 1836, mermará el uso del edificio, que comenzará a denominarse Casa de Administración del Real Patrimonio, una de cuyas funciones era la de facilitar “las papeletas para visitar lo visitable de Aranjuez”.
En cualquier caso, el cada día menor peso de la Corona en la población produjo el paulatino desprendimiento de parte de su patrimonio en ella, tocándole el turno a esta Casa, aunque sólo de su uso,