Según describe Don Francisco Nard en su libro
(Texto y ortografía, original del autor)
Don Francisco dice así:
En el CAPITULO
-CAMINOS DE HIERRO.- SU HISTORIA-
Págs.151-183
Nuevo y, sobre nuevo, sorprendente en España ese prodigio de la inteligencia del hombre, ese admirable coloso de fuerza que trasporta en un día majestuosamente á todo un pueblo á un centenar de leguas, nos ha parecido bien satisfacer la curiosidad general, y poner al alcance de todos lo mas esencial en que consiste.
Considerados en su estado actual, los caminos de hierro son la conquista más grande, más fecunda y más feliz de nuestro siglo. Si no puede envanecerse (como de la celeridad que ha sabido imprimir á la locomoción, y de la perfección á que todo lo ha llevado) de la invención primitiva, puede, sí, acusar á los siglos anteriores al XVII de no haber facilitado el trasporte por medio de ese preciosísimo metal. Su aplicación debió coincidir con la de las ruedas; porque luego que vio el hombre que decrecía el esfuerzo que tenia que hacer para trasladar un carro á medida que era el suelo menos escabroso y mas terso, que menos estorbos oponía á su andar, debió echar mano para formarle del cuerpo mas duro y consistente, siquiera emplease primero la piedra y madera.
Ignorase á quien debe la civilización tan importante descubrimiento, lo único que consta es que en 1643 funcionaba en Inglaterra mas de un camino de rails (carriles) de madera, á favor de los que conducía un caballo por la llanura 100 quintales de carbón mineral. Pero se deterioraban tanto los carriles, que se pensó en sustituirles con otro materia de mayor duración, y que no se alterase tanto, cabiendo á Mr Peynolds, ingles, la gloria de tan extraordinaria mudanza. El 13 de noviembre de 1767, día de ensayo de su pensamiento, formará época en la historia del progreso de la humanidad. Superiores como eran á los de madera los carriles de hierro colado, bandas entonces de hierro con ribetes, que encajonaban las ruedas, clavadas ó atornilladas á unos atravesaños de madera, el polvo y el barro, á su vez, que se formaba en el ángulo de los ribetes dificultaban la tracción; y otro ingles, Mr. Senoff, quito en 1789 los ribetes de los carriles, y se los puso en las ruedas. Merced á esta mejora, quedó determinada con corta diferencia de cómo esta hoy la forma de las ruedas y de los carriles, así como el modo de fijar estos por medio de unas abrazaderas de hierro colado á los atravesaños (traviesas), cimientos del camino.
La ondulación, y mayor longitud de los carriles más afianzados así, y de menor coste, obtuvieron en 1820 del gobierno británico el premio que merecería Mr. John Brikinshan. Desde entonces no se ha hecho adelanto notable en la fabricación de los carriles, ni en el modo de asegurarlos, problema interesante de cuya solución se ocupa la ciencia con celo perseverante. Ya Mr. Poncelet, ingeniero belga, ha propuesto la traviesa de hierro, con las que sin duda se establecería perfectamente y conservaría el paralelismo de los carriles.
No data de mucho la locomoción especial de las personas. Destinados primero al trasporte de minerales, y luego al de otros efectos, aplicáronse estos caminos en 1825, también en el Reino Unido, á los viajeros; y al punto se trató de aumentar la velocidad de los convoyes, lo que no se consiguió á pesar de hacer uso de la máquina de vapor, ideada en 1759, y ensayada en 1805. Reservado estaba á un hijo de la Francia, Mr Seguin, perfeccionar este sistema mecánico de arrastre cuyo andar no pasaba de 4 leguas por hora, y lo alcanzó en 1830 produciendo sus primeras experiencias en el ferro-carril de Saint-Etienne la velocidad de doce. Tamaño descubrimiento, operó una feliz revolución en la suerte de los pueblos, llevado con la rapidez que el viento, á poca costa, á todo un pueblo, cantidad inmensa de mercancías. Es la principal de las riquezas el tiempo, y no