De similar forma, el entorno del edificio de viajeros (ya que no éste, recientemente rehabilitado) ha de ser objeto de una amplia operación urbanística que tiene por ámbito la Unidad de Actuación “Raso de la Estrella”, que afecta asimismo al polígono industrial de este nombre surgido en sus márgenes, y es que, a pesar de la singularidad y la calidad histórico-artística, tipológica y arquitectónica de la construcción, y de su capacidad estructurante sobre término municipal, apenas ejerce, influencia sobre el paisaje urbano en que se inserta.
La elección de la ciudad a mediados del siglo XIX como primer y fundamental destino del proyecto previsto para el trazado de la línea ferroviaria entre Madrid y Alicante pareció obedecer en su día a razones económicas y representativas. Las primeras residían en el interés de la capital por los productos de las feraces huertas de la vega de Aranjuez y las segundas estaban evidentemente ligadas al carácter del lugar como Sitio Real, tratando francés Paris-Versalles, terminado en 1839.
Ya en 1892, el marqués viudo de Pontejos, corregidor de Madrid, planeó la construcción de un ferrocarril que enlazara Aranjuez con la capital, presentando un proyecto al efecto redactado en 1830 por el ingeniero Antonio Arriete, pero entonces no sería ejecutado por dificultades económicas. Más adelante, sobre una idea de 1836 en donde planificaba el trazado Madrid-Aranjuez-Alicante, con objeto de proporcionar a la primera ciudad de España la salida al mar de la que carecía por el camino más fácil y corto, Pedro de Lara presentaba en 1844 la resolución del tramo Madrid-Aranjuez y llegaría a obtener incluso la concesión provisional en ese mismo años con objeto de construir la línea hasta Albacete y prolongarla más adelante hasta Alicante, fin para el que había creado la empresa “Camino de Hierro de María Cristina”.
Pero, aunque hasta el 31 de diciembre de 1848 no se promulgaría una Real Orden sobre ferrocarriles que seria el punto de partida cierto de todos los trazados, ferroviarios españoles, será el político y financiero don José de Salamanca quien consiga el 6 de abril de 1845 la concesión definitiva de la línea del ferrocarril de Madrid a Aranjuez, construyendo poco después una compañía anónima (Empresa del Ferro-carril de Madrid a Aranjuez) de la que será presidente y principal accionista y a que transmite la concesión.
Las obras comenzaron el 4 de mayo de 1846 sobre la base del proyecto y trazado general del camino realizado por los hermanos ingleses Green y de los estudios del ingeniero Pedro Miranda, exdirector de la Escuela de Caminos, vocal también de la Junta directiva de la Empresa ferroviaria y director facultativo de los trabajos, ayudado por una serie de colaboradores (variables según los tramos, correspondiendo a la tercera sección entre el río Jarama y Aranjuez, Venancio de la Tejera y Manuel Gimenez Ropero como ayudantes principales y Domingo Arregui, Eugenio Bousquet, Gregorio Feijóo, Luis Elordi, Rafael Genon, Andrés Hernández Callejo y Mariano Utrilla como auxiliares de menor entidad)