Lo único que se sabe de cierto es que en 1171 el rey Don Alfonso VIII cedió Aranjuez por privilegio rodado a la Orden de Santiago, formando parte de los bienes de la Mesa maestral de la misma, y que los maestres de Santiago establecieron allí cría de caballos, los cuales pacían en la dehesa de Aranjuez y en las de las encomiendas de Sotomayor, Alpaxes, el Rebollo y Gulpijares. Más tarde el gran maestre de la Orden de Santiago, D. Lorenzo Suárez de Figueroa, en vista de a hermosura de aquellos sitios, abundantes en caza y pesca, mando construir un palacio de cantería y ladrillo, edificio que fue muy frecuentado por los reyes, que en el buscaron alojamiento las muchas veces que a Aranjuez fueron para entregarse a los placeres de la caza.
En 1489 se hizo cargo la Corona de la administración de las rentas del maestrazgo de Santiago, y esta administración se perpetuo por gracia especial del papa Adriano VI. Lo mismo que antes ocurriera al maestre Suárez de Figueroa, ocurrió al rey Don Carlos I, que encantado de la belleza de aquellos lugares, decidió hacer en Aranjuez un cazadero, para lo cual expidió en 28 de septiembre de 1534 una real cédula en la que ordenaba a D. Juan de Castilla, gobernador de la provincia de la Mancha y ribera del Tajo en la Orden de Santiago, “que, por cuanto la dehesa de Aranjuez la había destinado para su diversión, convenía se guardase y que no paciese en ella ninguno de los ganados que tenían los arrendadores; que era conforme a su servicio hiciese salir de dicha dehesa los que hubiese, tasando de sus rentas lo que por esta razón debieren pagar.”No contento con esto el Rey, y deseoso de hacer un magnifico cazadero, pidió y obtuvo del papa Clemente VII, en el año de 1535, una bula por la que se le autorizaba para la adquisición de los términos que habían de componer el bosque real, proporcionando ensanche y dirección a la caza mayor; y según cuenta Francisco Ruiz Osorio, contador de aquel sitio, se agregaron a Aranjuez terrenos que medían una extensión de cinco leguas de largo por veinte de circunferencia.
Muchas fueron las fincas que entonces se unieron a la de Aranjuez y entre ellas figuran algunas que hoy continúan perteneciendo al patrimonio de la Corona, como son la dehesa de Sotomayor con sus cotos, que pertenecían a la encomienda de Maqueda y es una de las mejores del Tajo, y la dehesa del Rebollo, propiedad de la encomienda de Alpaxes, que lindaba con el Pico Tajo, la Puebla, la Cenirosa y las tierras del Espinarejo y Gulpijares. En esta dehesa tenían los vecinos de Ontígola el privilegio de apacentar sus ganados, rozar y cortar leña y madera del soto del Rebollo, lo cual les fue prohibido en 1561, concediéndoseles, en compensación, hacerlo en los de Don Gonzalo y Chachavillas.
Siempre fue el de Aranjuez terreno muy adecuado para el ganado, por la abundancia y frescura de sus pastos y por la buena calidad de los que produce, y por esta razón en todos tiempos se le utilizó con preferencia para la cría de caballos. Así lo hicieron los maestres de Santiago y así continuó haciéndolo la Corona, que en el año 1560 tenía allí una yeguada con noventa y cinco yeguas de vientre, andaluzas,