de las ganaderías del obispo de Córdoba, marqueses de Gibraleón y Mondéjar, D. Rodrigo Mexía de Tarifa y otros. De estas razas había diez y seis potrancas de dos años y veintiuna de un año; de la casta de frisonas de Nápoles, para coche, había diez y siete yeguas y nueve potrancas, y de Dinamarca veintiuna yeguas y un potro.
Como ya en el año 1561 pertenecía Aranjuez a la Corona y el palacio que construyeron los maestres de Santiago resultaba insuficiente para alojar a la familia real, el rey Felipe II dispuso se construyera uno nuevo, cuyo trazado es atribuido a Vignola, Juan de Herrera y otros; lo cierto es que en la época en que se comenzó su construcción era maestro mayor del Rey, Juan Bautista de Toledo, el cual tenía a sus órdenes, como trazador mayor, a Juan de Herrera; y que al morir Toledo en 1567, se suspendieron las obras, las cuales continuaron en 1574 bajo dirección de Juan de Herrera y de Jerónimo Gili. Delante de una de las fachadas del palacio se hizo una gran plaza de árboles, cercada de palenques y puertas y en la cual se corrían toros, haciéndose los herraderos frente a los balcones del palacio.
Gran desarrollo adquirió la real yeguada, que en 1567 se componía de doscientas cuarenta y cuatro cabezas, comisionándose al gentilhombre de cámara del Rey, D. Diego de Haro, para que condijese ganado a la real caballeriza de Córdoba. En aquella época los potros de dos años se llevaban a Ocaña, en donde había caballeriza con palafreneros y picadores del Rey, y allí se acababan de criar y se domaban para el servicio de S. M. También para atender al servicio y ensanchar los terrenos de la real posesión se adquirió, el año 1568, el soto de Tembleque, a orillas del Jarama, que pertenecía a la villa de Seseña, y en pago del cual se dieron doscientos y veintiocho mil maravedíes, que debían de plazos varios arrendadores de rentas.
En 1604 se vendieron rodas las yeguas de Aranjuez y se dio orden al gobernador para comprar cincuenta cabezas en Andalucía. La esposa de Felipe III, Doña Margarita de Austria, tuvo yeguas de cría en Aranjuez, y en el año 1633 se trajeron de Córdoba cuarenta yeguas para renovar, dedicando algunas al burro, para lo cual se construyeron en Sotomayor, en 1634, caballerizas para los garañones, resultando, el año 1652, que pacían en el Real Sitio ochenta yeguas, tres garañones y sesenta mulas y machos de destete, continuando la decadencia de la yeguada hasta el extremo de que, en la testamentaría de Carlos II, en 1701. Sólo figuraban cincuenta y siete cabezas de todas clases.
Volvió a fomentar la cría caballar en Aranjuez el rey Felipe V, que ordenó se destinaran para pastos de la yeguada la mayor parte de las dehesas; y Fernando VI, en 1750, hizo traer de Andalucía cuarenta yeguas de la mejores castas y mandó hacer un cercado inmediato a la casa de vacas, para sembrar pastos.