El oratorio, cuyo culto sostiene el Rea Patrimonio, es de solida fabrica, y mide 79 metros y 92 decimetros, habiéndose edificado por orden de 4 de Junio de 1768. En su altar se colocó aquel año la imagen de San Cárlos, hasta que en 1748 se cambió por la de San Marcos, sin duda para conservar este recuerdo del nombre primitivo de la parroquia de Alpajés, pues hoy aunque muy deteriorado vemos aquí el antiguo lienzo que sirvió de tutelar á aquella parroquia y que tan bien representa al inspirado evangelista.
Las producciones de este cuartel consisten especialmente en sus inmejorables pastos, que alternan con la caza y la leña. La superficie es llana en su mitad y bastante accidentada la restante y sumamente pintoresca sobre todo en las inmediaciones del término de Oreja, cuyos terrenos yesosos suelen abrirse en grandes porciones cuando las lluvias se repiten, formando variedad de vertientes, algunas de ellas muy profundas y fragosas. Su estension lineal son 13453 metros, encerrando una superficie de 1264 hectáreas , 21 áreas, 17 metros.
Ocupémonos pues de la REAL YEGUADA, de ese importante ramo que si con él se hubiera seguido un sistema constante, producto de la consulta de los hombres más inteligentes del pais, estarian sus productos al nivel de la universal fama que hoy tiene.
Muy antiguo es le origen de la yeguada, la que ha pastado con preferencia en este mismo terreno. En él según nos cuenta el Sr. Quindós se alimentaba la de los Maestres de Santiago, que si bien pudo aminorarse no debió extinguirse por completo puesto que tambien nos dice que en 1560 una respetable yeguada de origen andaluz, de las razas más nombradas, pacia en esta dehesa y sus inmediaciones. Fomentándola Felipe III y Felipe IV; decayó mucho en tiempo de Cárlos II, y más durante la guerra de sucesion, tanto por el daño que causaron los invasores, como por haber distraido una parte de este ganado para las atenciones de la guerra, empezando á reorganizarla Felipe V al final de su reinado, dándola los mejores pastos de estas dehesas.
Fernando VI siguió rehabilitándola, subsanando las muchas faltas con yeguas que mandó traer de Úbeda, con lo que obtuvo satisfactorios resultados en los productos de raza española; esto fue el prólogo de los mejores tiempos de la yeguada que llegó á su apogeo en tiempo de Cárlos III. Dispuso este rey dividirla en tres secciones: una de caballos de silla de casta andaluza; otra de caballos de tiro, y la última de mulas.