En 1763 se pensó en realizar alguna dependencia adicional para la cría de búfalos, tal como se llevara a cabo en Villamejor, y en 1765 Marquet comunica al marqués de Grimaldi la finalización de las obras, que incluyeron la intervención en el territorio adyacente, entre la dehesa y el caz, con la traza de calles arboladas cuyo diseño conllevo un gran esfuerzo al resultar dificultados los trazados rectos por el codo que en la zona forma el canal. Para cruzar éste, se había construido, según lo dictado por el propio rey, un pequeño puente de treinta pies de anchura en consonancia con el diseño general de las edificaciones pero en 1772 hubo de ser reparado por falta de una adecuada cimentación, siendo requerido Marquet por el marqués de Grimaldi para que acudiera al lugar con Manuel Serrano y efectuaran la correspondiente inspección del mismo. Unos años después, en 1786, será serrano quien procederá a reformar la bóveda grande del “montadero”, dedicado a las yeguas de raza de Nápoles, debido igualmente al riesgo de ruina.
Cuando en 1848 se dividió la yeguada en cuatro secciones, Sotomayor se quedó con la principal, que era la dedicada a la reproducción de caballos de silla de pura raza española, carente de cruces tal había sucedido con los caballos árabes, ingleses, franceses, alemanes o italianos; con este motivo se realizarían obras importantes, añadiendo nuevas construcciones a las ya existentes, esto es, la Casa de la Monta propiamente dicha y el oratorio. Unos años más tarde, hacia 1856, se recortaron los gastos de sostenimiento de la yeguada, y, siendo su director el duque de San Carlos, Sotomayor tuvo que acoger también el ganado mular de tiro procedente de Villamejor, cuyos terrenos se arrendaron. Poco después, en 1861, Juan Cotarelo aconseja adoptar, para no hundir lo que quedaba, “el sistema de establo y dehesa para la cría de ganado”.
Con la desamortización de los bines de la corona que siguió a la caída de la monarquía en 1868 y el posterior paso al Patrimonio del Estado de una gran parte de sus propiedades, no serían incluidas en la subasta de las mismas ni la dehesa de Sotomayor ni la Casa de la Monta, pese a haber sido declaradas desamortizables en un primer momento, aunque sí se vendieron “el rincón de la pavera” y “las parrillas” y también disminuyó el número de cabezas de la yeguada que se fragmentó en lotes, poniéndola en peligro de extinción, tal como ya había ocurrido en los tiempos de dispersión que siguieron a la invasión francesa. En 1840 la finca se incorpora de nuevo al Patrimonio Real bajo el efímero reinado de Amadeo I de Saboya, pero, tras su renuncia al trono, Sotomayor salé a licitación pública, aunque el proceso queda interrumpido precisamente para salvar a la yeguada que pastaba en sus terrenos: algo más adelante, sería incluso reforzada por el rey Alfonso XII con la introducción de una sección inglesa que en un principio coexistiría con la española, trasladándose después a Legamarejo, donde también se había instalado el hipódromo, ya que los anteriores entrenamientos tenían lugar en la zona de “Los Llanos”, límite entre Madrid y Toledo por la Mesa de Ocaña.