en la que se abrieron libros genealógicos y se repartió un previsor reglamento para los empleados. Mucho prometia la yeguada con tan vastos elementos y los buenos resultados muy luego se empezaron á tocar, pues se consiguió lo más difícil que era el caballo árabe sin degenerar y mayor alzada en las mulas.
Llegó el año de 1856 y se creyó despilfarro lo mucho que esto costaba, sin contar los inmensos beneficios que más tarde hubiera podido reportar; y una mal intendencia economica destruyó sin haberse constituido por completo la que debió ser la mejor yeguada del mundo.
Era director por segunda vez el duque de S. Cárlos y animado del escelente deseo que mostró en su primera época, se proponia conservarla á a pesar de los reducidos límites en que la colocaba la corta dotacion que se le habia señalado. Los pastos de Villamejor, que eran conocidos como escelentes para la cria mular, fueron arrendados y con este motivo tuvo que replegar todo el ganado en el antiguo cuartel de Sotomayor, no sin necesitar que se le concediesen las yerbas de la dehesa del rey, al otro lado del Jarama, á más de las del Rebollo y Legamarejo que ya tenian este destino.
Muy pronto se advirtió esta nueva veleidad, inútiles fueron los esfuerzos de tan digno director; la yeguada recibió un golpe mortal con tan brusco cambio; se aumentaron desde entonces las ventas de ganado que se marcaba como sobrante, cundiendo el desaliento entre sus más entusiastas encomiadores, uno de ellos el conde de Balazote que habia sustituido en la direccion á S. Cárlos.
Puede decirse que esta yeguada tan digna de atencion se habia relegado al olvido, y si en ella pensaron fue para poner á discusión en 1862 la necesidad ó inconveniencia de su conservación por considerarla gravosa para los Reales intereses. Él conde de Balazote hizo ver en una esposicion á S. M. la Reina la necesidad absoluta de conservarla, no solo por el prestigio del Trono, sino que tambien por razones de utilidad, porque opinaba que esta ganaderia se podia sostener con sus productos, contando como el más importante el abastecimiento de la Real Caballeriza.
Sometió á aprobación un reglamento fijando en cuatrocientas las yeguas de vientre que se debian conservar, las que á su juicio podian alimentarse holgadamente con los pastos que tenian asignados. Se proponia destinar la mitad de estas yeguas al natural y las restantes al contrario, en la seguridad de que habian de producir las crias suficientes para atender á la Real Servidumbre y resultaria un sobrante anual, que con su producto se cubrirían por el pronto la mayor parte de sus atenciones, producto que se elevaria á los pocos años para costear con él el total de los gastos del sostenimiento de la yeguada.