El rey Don Carlos III se interesó mucho por el mejoramiento y aumento de la yeguada, la cual hizo dividir en tres clases: caballos de silla de raza andaluza, caballos frisones para coches, y mulas, que siempre tuvieron fama las de Aranjuez de ser finas y valientes. Encargó se tuviera mucho esmero en afinar la casta, escogiendo para padres los caballos más hermosos, con el fin de que los productos fueran mejores que los de Córdoba y demás razas andaluzas y reunieran las cualidades de tener cabeza acarnerada, pechos anchos, cuello corto, brazos libres, buena anca, pies limpios y delgados, vasos grandes y pelos extraños.
No solo caballos se han criado en Aranjuez, sino que desde tiempo remoto había allí ganadería de toros bravos. En 1581 existían setenta y seis vacas y dos toros, que con las crías hacían un total de ciento cuarenta y una reses; y en 1617 se constaban quinientas cincuenta y seis cabezas, con ochenta toros de tres a cinco años, ganado cuya bravura atribuían las gentes a las aguas de Jarama. De esta vacada era el toro que cita Quevedo en una de sus obras y del que dice que venció a un león y a otras fieras en la fiesta que celebró el rey Felipe IV en la Tela de Madrid. También se han criado en Aranjuez camellos, y en la actualidad existen algunos que se dedican al transporte, por la buena cualidad de no estropear con su huella las calles de los jardines. En 1802 existían en la yeguada de Aranjuez dos mil quinientas ochenta y una cabezas, entre yeguas, caballos, potras, potros, mulas y burros.
Hecha lo que pudiéramos llamar historia antigua de la yeguada, nos ocuparemos ahora de su estado actual. Hasta el año 1868 el Real Patrimonio poseía casi todo el término de Aranjuez, abarcando una extensión que puede calcularse en más de cien mil hectáreas. En sus terrenos existía la famosa yeguada que nos ocupa, pero a consecuencia de la revolución de septiembre se vendieron fincas de gran extensión y tranzones de menor cabida, se enajenó el ganado que allí existía, y aquella posesión real estuvo a punto de desaparecer, pasando a manos de particulares, muchos de los cuales conservan hoy día magnificas fincas que entonces adquirieron en condiciones ventajosísimas. Por esta causa al comenzar el reinado de Don Alfonso XII se encontró reducida aquella propiedad a una superficie de cuatro a cinco mil hectáreas, que constituyen las fincas de Legamarejo, Rebollo y Sotomayor.
Como siempre, uno de los mayores cuidados de la casa real ha sido el de poseer en Aranjuez una yeguada, procurando obtener de ella los mejores productos, la mayor parte de los cuales se destinan a las reales caballerizas, y como quiera que los actuales terrenos se considerasen insuficientes para la alimentación del ganado, se han arrendado, hasta hace algunos años, varias fincas, entre otras las de Soto de Oreja, Recompensa y Caridad, y en algunas épocas del año se llevaban piaras, para que paciesen, a la Herrería del Escorial, a Riofrío y al soto de Tembleque, perteneciente al Real patrimonio, situado en las inmediaciones del puente largo, junto a Seseña.