que llaman tertulias”, rodeadas por “una galería alrededor con dos órdenes de sillas para caballeros” llamada “cubillo” o anfiteatro, y “dos lineas de aposentos, alto y principal” con trece palcos cada uno, a los que se sumaban los del proscenio o “faltriqueras”. Del éxito obtenido por la propuesta de fe que Marquet tuviese que dejar Aranjuez ese mismo año para encargarse de la construcción de otros dos teatros en los Sitios de El Pardo y El Escorial, donde levantó el actual Coliseo Carlos III.
Su inauguración tuvo lugar con asistencia del propio monarca, que ocupó el palco real, actuando en el acto las cantantes Clementina y María Teresa Pellecia entre otros artistas de la opera italiana; y en sucesivos “años se representaron óperas italianas, y tragedias y comedias españolas, con bayles figurados por famosas compañías de actores, y magnificencia en decoraciones, y vestuario que se surtía de cuenta del Rey”, aunque no dejaron de efectuarse otros actos al aire libre más tradicionales del Real Sitio, como las “fiestas a caballo” que organizó Lorenzini El Romano en el Real Cortijo de San Isidro.
Arranca así una primera etapa de esplendor caracterizada por las actuaciones de la Compañía de los Reales Sitios, creada por el conde de Aranda en 1766 con dos secciones: una basada en la dramaturgia francesa y la otra en la ópera italiana, que se acompañaba por una orquesta con nueve violines, dos violas, dos contrabajos, dos oboes y dos trompas bajo la dirección del primer violín Carlo Canobio. Por desgracia, en 1777 se liquidó la compañía y se interrumpieron las representaciones; alquilándose los cuartos del Coliseo para vivienda de los criados del Sitio, por lo que en 1791 hubo que compensarlos para que los abandonasen cuando vino a actuar la compañía de Carlos Vallés; aunque a partir de entonces las dificultades económicas llevaron a privatizar la administración que en 1801 se llevaba por “empresario”; realizándose muchas funciones benéficas a petición de la Hermandad de Ánimas Benditas, que solicitó la cesión del teatro en 1795, en 1803, y en 1804, cuando tenían “dispuestas dos o tres funciones cómicas para las próximas Pascuas”. Desdichadamente, esta medida de ahorro debió ser insuficiente, y aunque en julio de 1805 se hicieron obras de mantenimiento valoradas en 10.200 reales para “recorrer los tejados, guardillas y cañones de chimeneas; reedificar las fabricas de los comunes y limpiar las tarjeas y reparar las cocinas de todos los alojamientos”, que permitieron que todavía en 1806 actuase la llamada Compañía Cómica de los Reales Sitios –que debía ser directa heredera de la casi homónima antes citada-, al año siguiente se cerró junto con la plaza de Toros para aprovechar sus dependencias para alojamientos de criados en Jornadas, ya que se debían hasta cinco anualidades por los alquileres de viviendas y almacenes utilizados por la comitiva real.