La embocadura conserva su primitivo adorno, compuesto de los atributos de la comedia con dos grandes escudos en la parte superior á los que cubre una gran corona. Proporcionado en su espacioso escenario, el que termina con un foro bastante capaz, y grandes talleres y almacenes que se hicieron para pintar y depositar las decoraciones con que se le dotó. Eran estas considerables y quedaron muy reducidas en 1809 por que, almacenadas parte de ellas en las galerías de la plaza de toros, fueron presa de las llamas.
En 1828 se renovaron por disposición de Fernando VII, pintándose también la sala; no sufriendo más mejoras hasta el año 1847 en que fue restaurada su pintura y dorados aumentándolos con grecas que se colocaron en todos los antepechos y grandes rosetones en la embocadura. Al propio tiempo se añadieron á sus muy deterioradas decoraciones las considerables é importantes del teatro del Pardo, las que, por ser muy pequeñas, al poco tiempo se volvieron á llevar parte de ellas á aquel Real sitio. Quedaron solo la que figura un salon de columnas con espejos pintada con noble maestría, una de casa pobre, varias puertas y adornos portátiles con los efectos que sirven para imitar la tempestad y gran cantidad de bastidores que se encuentran apilados en el húmedo foso del teatro.
En 1852 se estrenó una bonita decoración con rompimientos representando una larga selva donde parece no penetrar la luz del sol puesto que nada se vé del cielo ni horizonte. Costeada por el empresario que á la sazon le tenia, se llevó furtivamente el telon del foro al terminar el contrato contra las condiciones del arriendo; pero afortunadamente ha sido reemplazado en 1860 con el que hoy tiene.
Ha sufrido su más importante mejora en el indicado año, poniendo butacas donde estaban las lunetas primeras, tapizando las segundas, haciendo desaparecer una de las dos filas de asientos que tenia el anfiteatro con el ridículo nombre de cubillos, colocando un bonito balaustre de madera como antepecho y dando más cómoda entrada á las localidades. El techo se pintó en bastidores sobre lienzo por el acreditado pintor escenógrafo del teatro de la Zarzuela de Madrid, don Felipe Reyes, de figura octógona, resaltando en cada una de sus partes una alegoría de la música y el baile, y orlado con los bustos de algunos autores dramáticos.
Se retocó el telon de la embocadura que fue sustituido al poco tiempo por el que pinto en Madrid el acreditado artista, procedente del mismo teatro de la Zarzuela, Sr. Muriel. Figura un dosel con colgaduras de terciopelo azul, las que descorren dos ángeles descubriendo el Parnaso que se ve en lontananza y al pié los atributos de las artes. Una bonita decoracion cerrada y otra de jardin formó parte de esta mejora, pintadas igualmente por el indicado Muriel.