Al finalizar el siglo el alumbrado del teatro, que había sido de petróleo, ya disfrutaba de luz eléctrica y hasta de calefacción, aunque en realidad no se notaba el calor como no se estuviera encima de unas especies de planchas de hierro agujereadas que era por donde salía.
Uno de los actos celebrados en el Gran Teatro a finales del siglo XIX (la noche del 24 de Julio de 1890) fue un homenaje al Almirante de Navío don Isaac Peral y Caballero, inventor del submarino.
En el año 1901 Aranjuez tuvo el privilegio de ver en el teatro a uno de los mejores actores cómicos del <<género chico>> Julio Ruiz, según dice en sus memorias Sánchez Guzmán, el más informal y borracho de los actores. De las zarzuelitas que representó la que más destacó de todas fue la de <<los borrachos>> en la que encarnaba a un albañil.
Ya, entrando el nuevo siglo, los principales bailes se daban en el Teatro, en este quitaban las butacas, poniendo un tablado que dejaba al mismo nivel la entrada a la sala con el escenario, que era tan grande como la sala, colocando una decoración cerrada de gran fondo que al desaparecer la batería de luces y la concha del apuntador quedaba un gran salón con las butacas a los lados, tanto en la sala como en el escenario que con los palcos-plateas al mismo nivel formaban un animado conjunto. La música estaba en el anfiteatro, que era el centro del principal con palcos a los lados y el piso superior ocupaba toda la entrada general o gallinero. En el centro del salón dirigía el baile Felipe, el del guardarropa y mobiliario de la escena, que en esto era el <<bastonero>> con su bastón o palo de más de dos metros de alto coronado con profusión de cintas de todos los colores y cuando a él se le antojaba no tenía más que dar unos fuertes golpes en el suelo y la música rompía a tocar el indispensable pasodoble con el siempre comenzaba siguiendo las demás piezas hasta el descanso por este orden: vals, polca, mazurca, chotis y habanera y así volvía a repetir después del descanso.
Para que la música cesara o comenzara Felipe usaba su bastón o palo dado unos fuertes golpes en el suelo. Felipe era la máxima autoridad en el baile y él ordenaba las parejas y las separaba si bailaban con manifiesta deshonestidad, o si se pegaban demasiado las despegaba. Alrededor del <<bastonero>> se formaba un núcleo de gente tan nutrido como el de los bailarines que así pasaban la noche gastando broma a los que bailaban y tirando serpentinas y confetis.
En el año 1906, muere doña Paca después de lograr desprenderse de la enorme verruga que tenía en la nariz; su esposo, don Paco, desapareció y nada se supo de él. La empresa del teatro pasó entonces a manos de <<Las carboneras>> y como representante de la empresa Carlos Ballester, sacristán y taquillero ayudándole en esto último su jacarandosa hija.