Su construcción
Como hemos visto anteriormente, salvo los muros de crujía, la cimentación, los huecos de planta baja y su cerrajería, el conjunto del edificio, excepto las operaciones de consolidación para habilitarlo como Colegio de Huérfanas, responde a la intervención restauratoria de Isidro González Velázquez en los años 1832 y 1833.
Antes de iniciar una descripción más sistemática de la construcción desde sus distintos elementos, hay que destacar la condición de González Velázquez como discípulo de Villanueva y la correlación casi literal del proceso constructivo descrito por Villanueva en su recopilación del Arte de la Albañilería, con el del propio edificio.
Los muros y su cimentación
El edificio plantea una crujía de gran amplitud (11.66m) entre muros de carga cuya anchura es de 1 metro, por lo que la medida interior es de 10.66m. y la exterior de 12.66 m. (fig. 12)
El muro de carga está formado por mampostería en cajones de almendrilla y cal con machos y verdugos de ladrillo (fig. 13). Dichos muros se hallan arriostrados por una secuencia de muros transversales de un espesor medio de 0.75m. y transmiten su carga al terreno mediante zanjas corridas de hormigón de cal, salvo en el ala paralela a la calle del Rey donde los muros de través descansan sobre una estructura abovedada de ladrillo que forma una bodega (fig. 14)
Las jambas, dinteles, esquinazos, resaltes y coronaciones están reforzadas con ladrillo macizo de tejar. Los muros, salvo el revestimiento de revoco, se encontraban en buen estado sin haberse producido asentamientos ni desplomes. Sólo habían sufrido cierto desplazamiento en la coronación y en las esquinas a causa del empuje producido por la cubierta, por lo que son perfectamente adecuados para seguir cumpliendo su papel resistente y de soporte a la cubierta.
Los suelos y techos
El suelo de la planta baja carecía de forjado, descansando sobre el terreno, sin apenas una capa de solera. Se habían producido por ello numerosos abombamientos y propiciado el ascenso de humedades.
El forjado de techo de planta baja general era de viguería de madera de gran canto, dada la luz, formada por vigas de tamaño medio de 26x22 cm., colocadas sobre soleras de madera embebidas en el muro y con una secuencia de 22 cm. De vano. Los entrevigados se formaban con cascote y yeso tejidos con tomizas enredadas en las vigas y los suelos se terminaban con tarima. Su estado de conservación era desigual habiendo sufrido en algunas zonas el ataque de las termitas y la carcoma, así como pudriciones en las cabezas a causa de la humedad producida por instalaciones poco adecuadas, averías, etc. No obstante las mayores alteraciones se habían producido por la interposición de entreplantas, escaleras, chimeneas, etc (fig. 15)
El techo de la planta alta lo constituía un entramado de vigas de menor escuadría (20x20 cm.) sin entrevigado. Su misión era la de servir al arriostramiento de la coronación de los muros y de soporte a un falso techo de cañizos y yeso
La cubierta
La construcción de la cubierta respondía a soluciones tradicionales en Aranjuez. No se trataba de una estructura seriada de cerchas, sino de una armadura compuesta de pares con puente que descansaba en un estribo, que corría a lo largo del muro y que se atirantaba casa secuencia de 6 pares aproximadamente, con un tirante de madera (fig. 16).
El estribo descansaba encajado sobre los canecillos que se disponían aleatoriamente respecto de los pares, aunque con una cadencia parecida a los mismos. A su vez, los canecillos iban apoyados en una solera y una cornisa de madera situados en ambos extremos del muro. Por último, tanto la cornisa como la solera estaban asentadas en unos travesaños de madera colocados en sentido perpendicular al muro cada 4 pares aproximadamente.