Hay una relación primera, importante en el discurso que nos ocupa, en cuanto a la relación del edificio con la calidad, y su voluntad configuradora urbana.
En efecto, no hay que olvidar que en nuestro caso Jaime Marquet estaba en Aranjuez al servicio de Fernando VI, Rey Fundador de la ciudad que hoy conocemos, y que en Madrid estuvo a las órdenes de Carlos III, rey con una conocida voluntad de reformas urbanas ilustradas en un Madrid que se hacía acreedor al título de “poblachón manchego”.
Ya hemos hablado del valor fundacional y ejemplar del edificio de Aranjuez, en relación con la formación del Real Sitio. La rotundidad con que se implanta, su regularidad y su posición dentro del plano regulador dibujado por Bonavía, influye y orienta el ulterior desarrollo de la ciudad.
Algo parecido sucede en Madrid, y que podemos deducir del texto de D. Pedro Navacués en “Villa de Madrid” (nº 24), refiriéndose a la Puerta del sol: “… Por ello tenía un aspecto provinciano y simpático, hasta que la construcción de la Casa de Correos puso una nota grave, física y moral a la vez, en aquel rincón… Andando con el tiempo la Casa de Correos forzaría el actual estado de la Plaza, ya que siendo el único edificio con cierta presencia, una vez desaparecido el Buen Suceso y las cercanas Iglesias de la Victoria y Sn Felipe el Real, se tomó como base para la reforma urbana de la Puerta del sol, llevada a cabo a mediados del siglo XIX…”
Los dos edificios tienen unas características tipológicas semejantes: su forma rectangular, su organización de los dos patios, su composición según un eje central que coincide con el acceso, y por fin ese carácter de contenedor no cualificado, que tan criticado ha sido en el edificio de la Casa de Correos, hasta el punto de que historiadores y críticos han llegado a afirmar que Jaime Marquet había olvidado poner las escaleras, cuando en realidad lo que sucede es fruto de esa falta de cualificación del espacio interior que no plantea las escaleras principales como elemento representativo sino sólo como un requerimiento funcional.
Hay un aspecto, sin embargo, en el que los dos edificios se distancian: la Casa de Correos tiene una clara voluntad estilista que informa a todo el edificio, y las Cocheras de la Reina Madre carecen de ella.
La Casa de Correos tiene una fuerte relación con el estilo “Luis XV” que contrasta en cierta medida con el gusto italiano de la época que practicaban los arquitectos coetáneos de Marquet: Bonavía, Sabatini, Ventura Rodríguez o Villanueva, y que es una de las causas de la mala critica que Marquet tuvo.
Las Cocheras de la Reina Madre, un edificio en el que, a diferencia de la Casa de Correos, Marquet no se jugaba el prestigio ni el reconocimiento académico, carece de impronta estilista, entendiendo por tal, aquella que nos remite a los estilos históricos.
Se somete, sin embargo, a un hacer tradicional anónimo, mimético, y que en último término es el responsable de la homogeneidad y continuidad que hoy valoramos tan positivamente y que caracteriza a Aranjuez.
La voluntad de identificación, la concepción unitaria de una ciudad de nueva fundación y probablemente una falta de requerimientos simbólicos y representativos en una edificación de servicios son los responsables de esa falta de singularización estilista.
No obstante, y si entendemos ahora el estilo como la suma de rasgos peculiares y personales en el modo de hacer, no cabe duda de que ambos edificios tienen muchos rasgos comunes, además de los tipológicos de carácter general que antes hemos enunciado.
La misma preocupación por la gran escala de la planta baja que permita una posición preeminente de las portadas, la preocupación de cualificar las esquinas, mediante chaflán redondeado y almohadillado de piedra en la Casa de Correos y con falsos sillares en las Cocheras de la Reina Madre; la situación y significado de las impostas; los ángulos de los patios en chaflán redondeado, estableciendo una continuidad