Al este se situaban los graneros, cuadras, algunas viviendas y otra entrada, con una puerta grande de madera color verde para carruajes, que pasaban al patio interior donde se encuentra actualmente el nº 24. Al norte estaban los apriscos y graneros de Margarita Urriza, donde instalaron en 1947 una escuela para que Jesús Cavero diera clases a los niños y Socorro, su mujer, las niñas.
A principio del año 1944, la finca estaba dividida entre varios propietarios: unas firmas bancarias, Silverio Fernández Ovies y Margarita Urriza como principales terratenientes.
Hacia el oeste se localizaba la vaquería de Silverio Fernández Ovies, instalada en la almazara y el lagar, unidos por una enorme rampa para descargar. Dentro del perímetro se hallaba la calle Flores, sin salida. El trazado era en diagonal, como vemos en los planos, ocupando parte de la actual calle Fresnos, donde vivía la mayoría de los antiguos colonos. Estas viviendas eran muy pequeñas, con suelo de tierra o perola rodada y sólo dos habitaciones. Una hacía las veces de comedor, donde se reunía toda la familia; allí se guisaba, se fregaba con barreños de cinc y cubos, ya que no había agua corriente, luz, ni desagüe. En el otro cuarto dormían todos los miembros de esa familia. En el nº 58 actual de la “plaza del Pozo” había un desnivel conocido como el “puente piquillo”, y en lo alto del mismo había una casa de las de dos habitaciones.
El Real Cortijo era un pequeño pueblo en el que había unas 60 viviendas y contaba con personal experto en diversas profesiones que servían para el mantenimiento de las necesidades de sus habitantes e industrias.
Dª Josefina dice así:
En su sección, El pueblo:
sus transformaciones y habitantes
En concordancia con la política social y económica de la posguerra, las cortes españolas franquistas aprobaron 1943 las leyes fundamentales del Estado, y con la creación del Instituto Nacional de Colonización (I.N.C.), un organismo autónomo con funciones legislativas, judiciales y administrativas, se llevo acabo la reforma agraria en España, que consistió en mejorar y parcelar grandes fincas y entregarlas a nuevos agricultores.
Para la transformación y rehabilitación del Real Cortijo, el I.N.C. comenzó por procurarse todas las propiedades de tierra, tanto de particulares como de entidades bancarias, por el procedimiento de “ofrecimiento voluntario”, y de esta manera volver a unificar la finca. Para desarrollar el proyecto de parcelación sin condicionantes fue necesario eliminar enclavados. Margarita Urriza poseía una parte y sólo vendió la sección de su propiedad donde estaba prevista la construcción del poblado.
El día 11 de noviembre de 1944, según consta en el Registro de la Propiedad en Chinchón, se registro la finca Real Cortijo de San Isidro con un total de 1.886 hectáreas, 19 áreas y 63 centiáreas. En la descripción catastral del día 10 de junio de 1945, figuran 1.335 hectáreas porque no se contó con algunas segregaciones existentes, por ejemplo, los enclavados de Urriza. A partir de entonces se realizó la mencionada reforma agraria, entregando las tierras debidamente inscritas a nuevos colonos.
Exceptuando las parcelas de 2 hectáreas que dieron a los obreros que trabajan en la finca, y otras que algunos agricultores llevaban en renta, se detuvieron temporalmente todos los cultivos del Real cortijo al inicio de la gerencia del I.N.C. La primera labor que pusieron en marcha los técnicos fue la de proyectar los distintos parajes y analizar la fertilidad de los suelos. Al parcelar los terrenos se intentó garantizar un rendimiento mínimo con el que cada familia pudiese subsistir, de modo que la extensión de los mismos fue inversamente proporcional a la productividad de la tierra: si la misma era poco fértil, la parcela se compensaba con mayor superficie.
La demarcación de las fincas se efectuó de manera paulatina para que éstas no tuviesen desatendidas por much0 tiempo. Según se delimitaron los lotes, fueron entregados a los peticionarios. En 1945 se completó la parcelación definitiva, que sumó un total de 102 lotes. Noventa y tres de ellos se denominaron “lotes familiares” y estuvieron compuestos por un terreno de regadío y otro de secano de cuatro hectáreas cada uno; 66 de los mismos también incluyeron una de las viviendas que hoy componen el casco antiguo. Los nueve restantes se llamaron “lotes complementarios”, con una superficie de dos hectáreas.
Asimismo, la superficie total de ka parcelación de regadío, a fecha del 9 de noviembre de 1957, incluyó 522 hectáreas, 32 áreas y 87 centímetros que lindaban al norte con el Caz de la Cola Alta, al sur con el Caz de la Azuda y la calle Princesa, al este con las Asperillas, y al oeste con el Caz de la Cola Baja. Estan en el termino municipal de Aranjuez.
Ante la baja demanda de solicitudes locales para los 102 lotes, se anunció en el B.O.E. de 1945 una convocatoria a la que acudieron agricultores de otras regiones de España y se amoldaron a las duras condiciones que entonces suponía vivir y trabajar en el Cortijo, con la esperanza puesta en esta tierra cargada de historia y de fracasos económicos.
Para acceder a la concesión de una parcela con casa, a los peticionarios “tutelas” y “futuros colonos” les era imprescindible estar casados. Quien no eran tutelas y se les otorgaba una propiedad, tenían que abonar el 20% de su valor para acceder a ella y el resto en 20 anualidades.
En casos excepcionales se concedían parcelas a parejas de novios que alegaban no tener recursos para casarse y necesitaban la misma para conseguirlas. Pero sucedió que algunos individuos simularon un noviazgo y, una vez adjudicada la parcela, deshicieron el compromiso previamente pactado. En pocos años se entregaron todas las parcelas y el Real Cortijo quedó consolidado.
En este reparto experimental del Cortijo, el Instituto Nacional de Colonización asignó parcelas a agricultores quienes en su mayoría eran nuevos propietarios. La primera medida fue otorgar dos hectáreas de regadío a cada obrero que trabajaba con los antiguos dueños, si aceptaba las siguientes condiciones:
1º- Con el terreno se les facilitaría una yunta de bueyes con sus aperos para labrar, que habrían de pagar con crías cada año. No obstante, dada la pobreza de la época, se les dio cinco años de carencia.
2º Además, les serían suministrados abonos y simillas, los cuales habrían de pagar con parte de los productos recogidos. A estos primeros colonos se les llamó “tutelas” debido a que el I.N.C. les asesoro en todo lo que realizaban.
3º Esta parcelación sería provisional. Su función era la de dar una forma de sustento a los obreros de la finca.
Un total de 19 familias tutelas se integraron al proyecto, aunque algunos no soportaron las duras condiciones y se marcharon, quedando sólo nueve. Las primeras familias eran: Manrique, Palancar, Rey, Belmonte, Santiago, Lerma, Martínez, Sánchez, y Cestelo. Eran buenas familias, asentadas desde tiempo en la finca del Real Cortijo. Se conocían y estaban acostumbrados a trabajar mucho y compartir casi todo, pero tuvieron que vivir apretados en el ala derecha y admitir a nuevas familias provenientes de diferentes sitios: maños, extremeños, andaluces.