TEXTO tomado del libro:
Conjunto del Real Cortijo de San Isidro.-Poblado y Cementerio.
Conjunto del Real Cortijo de San Isidro
-Poblado y cementerio del Real Cortijo de San Isidro-
El real Cortijo de San Isidro es un pedanía del Ayuntamiento de Aranjuez situada a 5 km del casco urbano, que tiene acceso por una avenida arbolada –llamada precisamente calle de San Isidro- que nace de la calle de la Reina nada mas traspasar el puente homónimo y se cruza con la M-350 –la antigua de la Princesa- a la altura del km 11.85.
Este eje conduce directamente a la capilla de San Isidro –situada como elemento central de una plaza peatonal porticada que la rodea por tres de sus lados- y se prolonga tras la misma formando un paseo ajardinado que divide el trazado en dos mitades simétricas. A oriente, y levemente girada con respecto al eje antedicho, se encuentra la llamada Casa Grande, una construcción que se corresponde con el núcleo del Cortijo dieciochesco, pues en su día acogía el “cuarto” de los reyes, la vivienda del administrador o gobernador, y las habitaciones de los guardas y demás empleados de la finca, y que en la actualidad se compone de un edificio rectangular formado por cuatro crujías en torno a un patio, con dos plantas de altura: la inferior –enfoscada y encalada-, está perforada por ventanas enrejadas con el cerco resaltado; mientras que la superior –de aparejo toledano, con machones de ladrillo visto encerrando cajones de mampostería- ofrece en la fachada principal balcones volados con rejas de fundición en correspondencia con los huecos inferiores, que en las laterales se combinan con sencillas ventanas recercadas; rematándose con una cornisa corrida en escocia sobre la que vuelan las tejas de la cubierta cerámica a cuatro aguas. La fachada trasera, en cambio, presenta un piso bajo y liso perforado por ventanas y puertas cochera, a modo de basamento sobre el que apoyan grandes pilastras de ladrillo coronadas por capiteles de piedra de Colmenar, que enmarcan balconadas cerradas por rejas de fundición y sobre las que descansan las carreras de madera de la cubierta, de las que asoman los canecillos que sostienen el alero.
Esta solución de las balconadas enmarcadas entre pilastras de ladrillo se repite asimismo en el gran apéndice longitudinal que arranca de la esquina nordeste y delimita los costados orientales y septentrional del núcleo histórico del Cortijo; siendo adoptada asimismo en 1948 por el arquitecto Manuel Gimenez Varea en la construcción de las viviendas adosadas que prolongan el cuerpo septentrional preexistente hasta alcanzar el eje central de ordenación –señalado por dos torres esquineras-, y que se duplica por el costado opuesto para mantener las simetría de la composición. El mismo arquitecto solucionó el enlace entre la fachada trasera de la Casa Grande y el apéndice antedicho mediante la construcción de un deposito elevado en forma de torrecilla cilíndrica de tres alturas en el ángulo de inflexión entre ambos cuerpos.
Y aunque en el resto del conjunto Giménez Varea propuso tipologías diferentes, más cercanas a las soluciones ofrecidas en el momento por los arquitectos de Regiones Desvastadas, siempre mantuvo la unidad formal del conjunto, dependiente de las soluciones adoptadas por el arquitecto Manuel Serrano en el siglo XVIII. Así como pendant a la Casa Grande propuso una gran manzana de viviendas adosadas cuya fachada delantera se articula casi en simetría con la anterior –aunque en el piso alto combina balcones y ventanas-, señalando las esquinas mediante torrecillas cuadradas. En cambio, la fachada trasera presenta viviendas pareadas con cubiertas a dos aguas, separadas por puertas cocheras en arco rebajado; una solución que repite asimismo al otro lado de la bodega, uno de los edificios originales conservados.
Sin embargo, el elemento característico de esta intervención es la plaza antes citada que rodea la iglesia por tres de sus lados a modo de centro cívico, y que está formada por dos cuerpos angulares que se encuentran en otro central –resaltado y de mayor altura- que aloja el ayuntamiento pedáneo. Los primeros presentan un porticado formado por pilares cuadrados unidos por arcos muy rebajados, sobre el que apoya un muro de aparejo toledano, con balcones volados con barandillas metálicas en correspondencia con los vanos del piso inferior; mientras que el segundo ofrece un piso bajo formado por tres arcos de medio punto sobre pilastras –flanqueados por dos huecos adintelados de menor tamaño- que sostienen un balcón corrido –con tres vanos separados por lesenas en correspondencia con los arcos inferiores- enmarcado entre otros dos balconcillos independientes. Este pórtico da paso a una doble crujía cubierta por bóvedas de arista, que atraviesa el edificio para prolongare el eje central en una avenida ajardinada flanqueada por dos filas de viviendas adosadas similares a las antes descritas.
Y a este conjunto principal que hay que sumar todavía una pequeña colonia de viviendas pareadas de una altura, concebida como una ampliación hacia el este, cuya arquitectura “moderna” –y no exenta de cierto interés- revela una construcción más tardía.
El poblado se completaba además con un cementerio independiente –hoy muy arruinado- con una tapia de aparejo toledano que delimita un recinto rectangular. El acceso se realiza por una puerta enmarcada por dos pilastras rematadas por pirámides de piedra, y flanqueada por la capilla funeraria a la izquierda y la vivienda del encargado a la derecha. La primera es una construcción de silueta torreada y plana cuadrada –con los ángulos achaflanados-, a la que se accede por una sencilla puerta adintelada –recercada con una escocia- sobre la que campea una placa con tres cruces entre las letras A y Ώ, y coronada por una espadaña en arco de medio punto que interrumpe la gola corrida de la cornisa. El interior, iluminado por dos ventanas altas enrejadas a norte y sur, nada conserva de la decoración original exceptuados escasos restos del retablo original con su mesa de altar.
Por último, hay que mencionar algunas construcciones aisladas y de difícil datación dispersas por los alrededores, como las casetas de los vigilantes de las acequias –entre las que destaca una situada junto a la calle de San Isidro, formada por dos habitaciones cubiertas por bóvedas de ladrillo en rincón de claustro, que se remataba exteriormente con una cubierta piramidal del mismo material-, o un palomar de planta rectangular y dos pisos de altura con establo incorporado en la planta baja, construido con cimientos de mampostería y paredes de adobe y rematado por una cubierta de madera y teja cerámica con bolas esquineras. Al establo se accede por dos grandes arcos de medio punto abiertos en la pared original: mientras