Giménez Varea antes mencionado, que si bien exigió el derribo de algunas edificaciones, como el corral, el lagar, los molinos, o las viejas tapias que cercaban la iglesia –amén de numerosas construcciones auxiliares de escaso valor que apenas modificaban la traza de 1865-, mostró un gran respeto hacia los elementos más interesantes, como la casa grande, la bodega, la capilla y la cueva, que se tuvieron muy en cuenta tanto en el trazado urbanístico –con la adopción de la capilla como el elemento en torno al que se organiza todo el conjunto- como en el lenguaje arquitectónico adoptado, que no dudó en adaptarse al de los edificios dieciochescos, incluso en el distante cementerio.
En años sucesivos el Instituto Nacional de Colonización convocó nuevos concursos para cubrir “vacantes de colonos en propiedad”, a los que no dudaron en presentarse labradores de los pueblos vecinos, como Villaconejos, que ya desde el siglo XIX venían cultivando en la finca sus célebres melones; alcanzándose en 1957 –según el llamado Diccionario del Movimiento de ese año- los 208 habitantes, que ocupaban “17 edificios destinados a vivienda y tres a otros usos, un compacto, y 12 destinados a vivienda, en diseminado”. El mismo Diccionario nos informa de “la creación de una granja-escuela” denominada Onésimo Redondo, como “centro de experimentación y mejora del ganado”, que fue diseñada en 1940 por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto como Escuela Mayor de Orientación Rural para la Sección Femenina; y que en años posteriores se extendería en nuevos edificios a lo largo de la antigua cañada de la Camera, por encima del caz de la Cola Alta, que en la actualidad constituyen la Granja-Escuela la Chimenea, con una superficie de 220 ha, pertenecientes al Instituto Tecnológico de Desarrollo Agrario de la Conserjería de Economía y Empleo de la Comunidad de Madrid, aunque el programa formativo depende de la Conserjería de Educación.
Posteriormente, el Cortijo pasó a manos del IRYDA –el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario-, que en 1965, pasados los veinte años desde el comienzo de las concesiones, entregó las tierras y viviendas a los colonos, aunque la bodega y el lagar fueron transferidos al Ayuntamiento arancetano diez años más tarde.
Por esos mismos años hay que citar la construcción de una fabrica de piensos –con un fuerte impacto visual- en el crece de la calle de la Azuda con la de San Isidro, así como una pequeña colonia de vivienda unifamiliar que amplia la traza original hacia el oeste; aunque en tiempos más recientes el Ayuntamiento de Aranjuez ha propuesto ampliar el lugar con más de 200 viviendas, a pesar de la franca oposición del alcalde de su pedanía.
Conjunto del Real Cortijo de San Isidro
-Capilla de San Isidro del Real Cortijo de San Isidro-
La capilla de San Isidro se levanta al extremo de la arbolada calle homónima, en el eje mismo del casco urbano de la pedanía. Exteriormente se presenta como un edificio exento, al haber desaparecido las tapias laterales que –según antiguos planos- lo ligaban a las construcciones circundantes. Esta circunstancia permite apreciar mejor su esbelta silueta torreada, como un volumen compacto de ladrillo visto sobre un estrecho basamento de sillería caliza de Colmenar, que corresponde a una distribución interior en planta de cruz griega, en la que los ángulos delanteros entre los brazos están ocupados por dos torres de campanas y los traseros por habitaciones auxiliares –de menor altura- para el servicio religioso. Las primeras proporcionan cierto movimiento a la fachada delantera al crear sucesivos retranqueos, que permiten destacar entre ambas un testero coronado por un frontón triangular recercado de sillería –con un tondo circular en el tímpano con un bajorrelieve del León de San Marcos tallado en arenisca- y adornado por una sencilla portada –casi doméstica- formada por cuatro columnas toscanas de fuste monolítico, apoyadas sobre un peto corrido de sillería, que sostienen un entablamento a modo de balcón, coronado por una barandilla de forja entre pedestales de piedra aliados con las columnas inferiores. Bajo este balcón, en correspondencia con una pequeña escalinata enmarcada en el intercolumnio central –de mayor anchura- se abre la puerta principal, recercada por una jamba moldurada coronada por un guardapolvo recto; habiendo desaparecido las lesenas murales extremas que darían respuesta a las columnas esquineras antedichas, quizás por haber sido realizadas en materiales deleznables por gozar de protección ante los elementos, aunque todavía pueden verse en su sitio los pedestales correspondientes. Sobre esta puerta se abre una segunda apertura, similar a la anterior aunque de menor tamaño y coronada por un frontón curvo en lugar del guardapolvos mencionado, que da acceso al balcón antedicho y se corresponde interiormente con el coro alto a los pies.
A ambos lados de este testero, las torrecillas, lisas en su fachada delantera, pero perforadas por pequeños mechinales de iluminación en las laterales, se caracterizan por rematarse con sendos cuerpos de campanas con arcos de medio punto enmarcados entre parejas de pilastras en sus cuatro costados, que sostienen un entablamento corrido en el que descansan los chapiteles emplomados de coronación, terminados por las tradicionales cruces de cerrajería sobre bolas.
Por su parte, las fachadas laterales del crucero, muy sencillas, se caracterizan por ofrecer un aparejo toledano que combina el ladrillo visto con una faja central de cajones de mampostería enfoscados y encalados que culmina en una sencilla ventana, abierta bajo la cornisa corrida de coronación; abierta bajo la cornisa corrida de coronación; mientras que la trasera ofrece una composición similar, aunque en su caso la faja de cajones central aparece enmarcada entre otras dos de menor altura que separan el testero del presbiterio de los cuerpos menores de la sacristía y almacén, perforados por ventanas enrejadas similares a la superior, aunque de menor tamaño.
Por último, coronando todo el conjunto se levanta un tambor cilíndrico ciego, rematado por una cornisa corrida con una cubierta cónica revestida de teja curva sobre la que se eleva una linterna –también cilíndrica- dividida por cuatro pilastras en otros tantos paños perforados por sendos óculos y cubierta por una media naranja emplomada que culmina en una gran bola con veleta y cruz de cerrajería.
Al interior, en correspondencia con la descripción anterior, encontramos una planta en cruz con cuatro brazos similares, muy cortos con los encuentros achaflanados para hacer sitio a la gran cúpula central que domina todo el espacio; limitándose la decoración aplicada a unas esbeltas pilastras jónicas sobre pedestales que enmarcan los distintos planos y sostienen un entablamento corrido coronado por un pequeño ático, sobre el que descansan los arcos fajones que limitan las