Lo que de presente es menester prevenir para la dicha fábrica, en el entre tanto que se hacen los cimientos, es mucha cal. Piedra y ladrillo, porque arena se cree se hallará harta en los mesmos cimientos: y tambien es menester prevenir buena piedra para la mampostería de las canteras de Ocaña.
Las puertas y ventanas que fueren necesarias para toda esta casa se dará tambien a destajo, y por el consiguiente las cerraduras y herrage.
Los sumideros que en esta casa ha de haber han de ir todos a una madre principal; la cual ha de ser tan grande que pueda andar muy a placer un hombre por ella; y esta se ha de guiar al rio por la parte que mas gusto diere a S.M.: han de ir a la dicha madre los sumideros siguientes:
Los de las cocinas.
Los de las sauserías.
Los de las cavas.
Los de los patinejos.
Los del patio grande.
Los de las caballerizas.
Los de las necesarias.
De los tejados el agua que cae en el tránsito descubierto que sirve para entrar a descargar en la dicha casa las acémilas.
El acequia pequeña que agora va por cerca del quarto Real, por la parte del mediodía, que después se habrá de mudar, podrá ir por la parte que a S.M. le diere mas gusto, como sea pro fuera de la casa, porque por de dentro no puede ir por parte que dexe de hacer daño, sino es yendo cubierto, ó por medio del patio grande; pero lo uno y lo otro parece que es de impedimento: dicen que se puede excusar esta acequia.
El suelo de esta casa ha de quedar mas alto que el suelo del quarto Real tres quarto de un pie: entiéndese al andar de la galería que está hácia el mediodía y por la parte que mira hácia la dicha galería: ha de llevar el pórtico los dichos tres quartos de pie de alto todo de sillería, y alrededor de toda la casa podrá llevar pie y medio de sillería mediocremente labrada, que cargue sobre un enlosado de un pie de grueso que venga sobre los cimientos, y que tome del ancho de ellos un pie, y quedará de la parte de afuera medio pie.==Joan de Herrera.”
Tratándose aquí de este célebre Arquitecto no será fuera de propósito dar una noticia que sirva de anécdota para adornar su historia, pues quizá no habrá memoria de ella en otra parte que en los papeles de estos Oficios. La estimación que mereció Juan de Herrera al Señor Don Felipe II es bien sabida, y la que de él hicieron los poderosos, los hombres sabios, y aun los profesores de su tiempo. Estas satisfacciones despertaron a la envidia, que, como enemiga de la virtud y del mérito, quiso amancillar su gloria. Descubrió su malicia por la pluma de Marcos Gonzalez de Sardio, Regidor de la villa de San Vicente de la Barquera en las montañas de Burgos, paisano del mismo Herrera, y se atrevió a publicar un libelo infamatorio, lleno de expresiones feas y las mas denigrativas, procurando abscurecer los conocimientos y ciencia de Herrera, y aun manchar sus operaciones morales. Le mandó imprimir, y que corriese por las manos de