sus fachadas del Escorial, Herrera hizo uso en esta Casa de Oficios del juego dicromático proporcionado por la combinación del ladrillo y de la piedra blanca de Colmenar”, siguiendo así lo planteado por su maestro Juan Bautista de Toledo en la residencia real, para consolidar el vínculo entre ella y las dependencias secundarias.
Interrumpida la obra, la Casa de Oficios volvió a ser retomada en el reinado siguiente, el de Felipe III, siguiendo, como afirmaba Llaguno, la traza de Juan de Herrera, la cual contemplaba la construcción de las galerías exteriores por tres de sus fachadas, según Quindós, aunque ambos autores no desvelen si en ella habría incluido finalmente el Arquitecto su ampliación con más dependencias, en torno a un patio mayor, el de Caballeros, o si este fue ideado con posterioridad.
Fue el maestro mayor de las obras reales Juan Gómez de Mora quien propuso, por carta del 25 de octubre de 1613, la continuación “del Cuarto de Caballeros que está en la misma casa de oficios”, coincidiendo con la reparación de varias dependencias de esta última, donde se hallaban las pastelerías, que debían finalizarse antes del verano siguiente, “para que este bien la madera que se ha comprado”.
Argumentaba Gómez de Mora la prosecución sobre la base del vivo deseo, nunca mitigado, para conclusión y el bajo coste, “porque es gran pedazo el que esta hechos de madera y piedra, y mucha la piedra que esta apercibida, y que lo que esta comenzado, que no es poco, no costaría mucho acabarlo, y con la madera que hay hoy se podría hacer, y con la que se quita que es muy buena, todas las puertas y ventanas”. El 4 de noviembre la Junta de Obras y Bosques le pedía al arquitecto un presupuesto para las obras de Oficios y Caballeros y relación de materiales, así como de que hacienda deberían salir los caudales.
Quindós afirmaba que a raíz de esta Orden “se alzaron armaduras y se solaron los terrados de las galerías hasta las cuatro puertas quadradas”, lo que podría equivaler al remate de la septentrional, gran parte de la occidental y, más dudosamente, del arranque de la orienta. Igualmente debió completarse entonces el ala Norte y poniente de la Casa de Oficios, incluido el patinejo Suroeste, y cimentado el de levante lo que supondría el cierre perimetral del patio real.
El ángulo Noroeste de la Casa de Caballeros ya se habría edificado, con sus pórticos al que sería su gran patio cuadrado y su mayor altura, bajo, principal completo y desvanes, una circunstancia que permitiría adscribir este sector a Gómez de Mora, sino su traza si al menos su estilo, como hace Martín González, por la “mayor seq1uedad de las formas”. Los arcos han perdido el rico molduraje anterior y presentan la rosca lisamente placada, siendo el segundo cuerpo adintelado. El efecto policromo se acrece al ser más vivo el contraste entre la blanca lisura de los estructuras y el rojo latericio de los macizos”.
Un cuadro anónimo de Aranjuez a vista de pájaro hacia 1630, perteneciente al museo del Prado, manifiesta el estado en que quedaron las Casas de Oficios y Caballeros tras la segunda etapa construida con Juan Gómez de Mora, muy avanzada con respecto a la vista de L’Hermitte y ya con la Plaza de Parejas suficientemente delimitada por la logia para la visualización de espectáculos.