El aspecto de este espacio también lo recoge la vista del Viaje de España por Cosme de Médicis, entre 1668 y 1669, aunque apenas se aprecia nada más que el Palacio y su galería al mediodía, la occidental de Oficios y los tres huecos adintelados que atravesaban la vía entrando en la Plaza. Otra idealizada contemporánea mostraba, en cambio, la continuación del corredor por el frente oriental, aunque no mucho más allá de la esquina, y la presencia de dos vanos de enlace en vez de tres, ambas ejecuciones difíciles de contrastar por su carácter utópico.
Por entonces, el rey Felipe IV ya habría concedido a los monjes franciscanos del Convento de Nuestra Señora de la Esperanza de Ocaña, como capellanes de la Real Capilla del Palacio, la habitación en 1663 de un sector del Cuarto de Caballeros, “a la parte de poniente”, con tres celdas y un corralito donde pudieran residir cómodamente durante las Jornadas Reales, así como el cierre de un extremo de la galería antigua para oratorio, bajo la advocación de San Antonio, donde podían dar misas y asistir la población.
A excepción, el edificio de servicios apenas sufrió ningún avance considerable durante los dos últimos tercios del siglo XVII, aunque afínales de éste se mantenía en buen uso y disponible exclusivamente cuando acudía el Rey a recrearse a Aranjuez, según se deduce de la relación de casas del Sitio de 1681. EN ella se especificaba que sus cuartos eran utilizados por el primer caballerizo y oficios de boca y que ya se hallaban habilitados en él los de caballeros para el mayordomo mayor, el de semana y los gentileshombres de Cámara de S.M., quienes no tenían derecho a reservar ninguna pieza fuera de jornada.
El ascenso de Felipe V, el primer Borbón, al trono, vino acompañado de una renovación conceptual y formal de los Sitios Reales, que se materializarían en la continuación de muchas de las obras que se hallaban estancadas.
De este modo, decía Quindós, que estando inconclusa la Casa de Oficios de Aranjuez se realizaron en 1715 algunas actuaciones, a la par que se aumentaba el Real palacio, bajo la dirección del maestro mayor y aparejador del Sitio Pedro Caro Idrogo. Aunque se desconoce su alcance, no parece que fueran excesivamente significativas, tal y como atestiguan las vistas de Houasse, donde el volumen representado es reflejo de las sucesivas y diversas actuaciones efectuadas en la primera mitad del siglo XVII. Tampoco lo fueron las que se contrataron doce años después, concernientes al patio grande de Oficios y el Cuarto de Caballeros, mientras que mayor interés presentan las obras efectuadas en 1728, las cuales dieron como resultado la finalización del corredor septentrional y su prolongación por oriente, cubriendo la correspondiente al lateral del ala Norte, así como otro trozo corto al lado de occidente.
Decisivo resultó el avance construido de la Casa bajo el reinado de Fernando VI, máxime tras la terminación del Palacio real, incluidas las reparaciones que en él hubo que efectuar por el incendio de junio de 1748, pues este monarca abanderó el deseo generalizado de urbanizar sus inmediaciones y desarrollar una ciudad cortesana.